Acabo de terminar Blackwater, de Michael MacDowell, una saga literaria compuesta de seis novelas que se publicó en Estados Unidos en los años 70, y que ha visto la luz en nuestro país por primera vez. Si califico esta obra como «folletín», ustedes seguramente pensarán en un tipo de novela caduco destinado al consumo masivo, con un tono melodramático y escasa calidad literaria. Esto no sería justo, sin embargo, si pensamos que buena parte de los grandes novelistas del XIX publicaron sus obras por entregas y cultivaron este género en su versión más noble. El hecho de que la editorial española Blackie Books haya resucitado la novela de folletín constituye toda una aventura comercial no exenta de riesgos. No en vano Blackwater cumple a rajatabla su vocación de folletín al haberse publicado (tal y como su autor la concibió) en seis entregas con periodicidad quincenal. La editorial ha echado el resto en el diseño de los libros, cuyas cubiertas metalizadas y en relieve los convierten en objetos atractivos y coleccionables en sí mismos. En cuanto al argumento, se nos narra la historia de los Caskey, una rica familia sureña, auténticos aristócratas de una pequeña población de Alabama nacida en la confluencia entre dos ríos: el Blackwater del título y su afluente, el Perdido. La condición de novela-río se cumple, por tanto, incluso en un sentido literal. De hecho, como si navegáramos por la corriente del tiempo, asistimos a las vidas de varias generaciones de los Caskey a lo largo de 50 años. La trama no abunda en referencias históricas, por lo que tenemos la impresión de que las existencias de los personajes transcurren en un tiempo mítico, como las de los Buendía en Cien años de soledad, con la que es inevitable establecer comparaciones. Los guiños frecuentes a la literatura de género, en especial al fantástico y al terror, merecieron los elogios del mismísimo Stephen King. En suma, una interesantísima experiencia de lectura de la que les aconsejo que no se priven.