Desde hace tiempo muchos veníamos reclamando a gritos que nuestro Ayuntamiento realizara un esfuerzo real en contar, fuera de nuestras propias fronteras geográficas, lo que Albacete podía ofrecer a un público foráneo que, por lo que fuese, no tenía a nuestra ciudad en su horizonte más cercano y apetecible a la hora de viajar, conocer y disfrutar. Ahora parece que el Gobierno municipal, que dirige Manuel Serrano, ha puesto la directa en lo que afecta a promocionar, sobre todo en comunidades autónomas colindantes, lo extraordinario de la actual oferta urbana que cualquiera puede encontrar aquí y que, por méritos propios, no ubica entre los destinos de interior emergentes más atractivos y demandados del momento. Por ejemplo, llevar institucionalmente a nuestra mejor gastronomía a Murcia puede parecer un capricho o algo sin un efecto beneficioso directo, pero muy al contrario es algo que se amortiza rápidamente ya que, además, no contar a nuestros vecinos lo bien que se cocina, come y bebe gracias a la hostelería albaceteña es un delito que debería de conllevar una alta pena. Como no darle y bombo y platillo a una intensa y ambiciosa programación musical con cientos de conciertos, artistas y festivales que desde hace unos años han puesto a la verdadera gran capital de Castilla-La Mancha -léase, Albacete- en la órbita de las más importantes giras nacionales e internacionales. Igualmente, el esfuerzo municipal ha consolidado a la plaza albacetense en el calendario de las pruebas deportivas nacionales más exigentes y prestigiosas. Todo ello suma en una dirección positiva que, además, rompe con rancios e injustos tabúes y que nos sitúa en una posición ventajosa en ese escaparate, tan inmenso como impensable de alcanzar sólo hace unos años. Hasta aquí todo bien o mejor. Pero todo esto, por lo que nos felicitamos todos y damos golpes de pecho por su logro, se da de bruces con una realidad que puede acabar retorciendo el pescuezo con esta incipiente gallina de los huevos de oro a la que tanto nos ha costado criar y mostrar. Y es la de la escasa e incapaz oferta de alojamiento privado para todos estos miles de visitantes que quieren venir a conocernos y gozar de Albacete, pero no encuentran donde poder dormir por estos lares. De nada vale que se trabaje sin descanso en dar una cada vez más potente visibilidad a lo que tenemos, sino podemos acoger, con el mínimo de condiciones y capacidad, a todos esos a los estamos convenciendo de que Albacete vale mucho la pena y no sólo en Feria. Sin camas no hay paraíso.