Dentro de un mes se cumplirán cinco años de la mayor pesadilla que hemos vivido varias generaciones, el confinamiento por la pandemia del Covid-19, que nos mantuvo varios meses encerrados en nuestras casas mientras las elevadas cifras de fallecidos por el virus y sus consecuencias eran el pan nuestro de cada día. Con el paso de los meses, despertamos lentamente de esa pesadilla y, como en un mal sueño, decidimos olvidarla lo antes posible, aunque lo malo es que también parece que hemos borrado de nuestro recuerdo la moraleja que nos dejó, que la salud es lo más importante.
Todas las preocupaciones y recomendaciones poco a poco fueron pasando a un segundo plano, pero también lo hicieron los amplios despliegues sanitarios, hasta volver a encontrarnos con un sistema saturado. No lo digo yo, lo dicen sanitarios de distintas categorías del Hospital de Albacete, que han indicado en un comunicado que la situación es «insostenible e inhumana» en un centro que es obvio que se ha quedado pequeño para la ciudad con más habitantes de la región. Hablan de retrasos en las nuevos instalaciones que se construyen, de mal estado de las actuales, de aparatos que no funcionan bien y, no menos importante, de falta de personal para atender tanta demanda. 
Son muchas las necesidades, no sólo sanitarias, y los presupuestos suelen ser como una manta corta con la que si te tapas los pies se queda la cabeza al descubierto. No sé en qué parte del cuerpo económico está la Sanidad, pero es una zona que siempre debemos tener bien arropada, porque el mensaje que nos dejó la pandemia no pudo ser más claro.