Elena Serrallé

Elena Serrallé


Humildad, qué bonito lo haces

22/01/2025

Pero qué bonita es la gente humilde, la que llama mi atención por su discreción, su autenticidad, su esencia. La humildad es la bandera de la grandeza. 
Y no, por favor, no confundáis humildad con sumisión o debilidad, tampoco con falsa modestia o mediocridad, nada más lejos de la humildad. Nada que ver con el charlatán cutre de medio pelo que boicotea mi quietud o aquel cuyo ego hipermegainflado se contonoea por los rincones. La humildad camina descalza, pero con paso firme cogida de la mano de la sencillez, que a su vez es la más bella de las virtudes.
La gente humilde escucha con atención, aprende con interés, rectifica cuando comete errores piediendo perdón al damnificado y reacciona con gratitud. Sin más.
La humildad encuentra todas las puertas abiertas y es el puente perfecto hacia la empatía y la humanidad. Es generosa y solidaria y, por descontado, poseedora de una fe en sí misma que abruma.
En un mundo donde cada vez cobra más protagonismo la competencia, el orgullo y el egoísmo, la humildad brilla como brilla una estrella en el infinito firmamento nocturno, capaz por sí misma de despertar el interés de quienes saben mirar lo verdaderamente importante, lo limpio, lo valioso, lo transparente.
Cansada de voces que sólo conjugan la primera persona del singular, me refugio en ese oasis que me inspira calma, bondad, sabiduría y paz. Cansada del ruido que generan las carretas vacías, me cobijo bajo el manto de la mirada limpia y serena de la humildad. Y allí, sólo allí, quiero vivir mis días.

ARCHIVADO EN: Elena Serrallé, Oasis