Ya estamos inmersos en la Navidad y hemos vivido uno de los días más especiales, Nochebuena, en el que todos hacemos un esfuerzo para poner al mal tiempo buena cara y, sobre todo, por reunirnos con nuestros seres más queridos en torno a una mesa y un mantel con las mejores viandas posibles. Noche de reencuentros y para hacer balance, para acordarnos de quienes nos dejaron o para dar la bienvenida a los nuevos, como a Isabella en el caso de mi familia, la hija de mi sobrino Pablo que hace que el brillo en nuestros ojos vuelva a ser especial.
Por fortuna, no faltó en la mesa de mis padres ninguno de los más cercanos, la mejor lotería que nos pudo tocar este año, pero esa alegría no impidió tener un momento para que uno se acordase de tantas personas desconocidas que, por una desgracia natural, la dichosa DANA, perdieron la vida. Otro duro golpe para nuestra sociedad, todavía con las cicatrices de la pandemia del coronavirus a la vista, que nos recuerda que somos demasiado vulnerables y que, en el día a día, damos poca importancia a lo más preciado que tenemos, la vida.
Ahora que tanto se habla de cuentas en las distintas administraciones, ya sea para valorar las de 2024 o para preparar las de 2025, es el momento para decirles a nuestros dirigentes que, sobre todo, en esos ajustes financieros que realizan tengan muy en cuenta a las personas para que el próximo año por estas fechas, como en la canción Un año más de Mecano, a ver si en vez de un millón, pueden ser dos.