Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


La báscula

07/12/2024

En el vestuario del gimnasio hay una báscula que soporta el mal humor de muchos -algunos ya presienten el exceso de peso-; esa presciencia acaba por derrotarles y quizá les arruine un buen día. Las básculas tienen su lado analógico. Ayer -por ejemplo-. La celebración del Día de la Constitución tiene mucho que ver con la levedad y el peso -aquel libro terrible de Milan Kundera del que era forzosa su lectura para circular por la vía del progreso literario (luego comprende uno que se vive mejor en el regreso literario)-. Ayer. Día de la Constitución. Usted lleva la Constitución a la báscula y resulta que pesa muy poco. Pero esa falta de peso no motiva la felicidad del texto normativo. La báscula nos habla de un ser vivo (el mundo del deber ser; el mundo del valor de los principios constitucionales) y nos da un pesaje paupérrimo, quizá por el maltrato o falta de cuidado. Uno puede pesarse y saberse gordo de turrones -o delgado, comiendo aquellas chocolatinas finísimas de las que abusaba don Alfonso Guerra- y es tiempo, entonces, de los buenos propósitos. Así uno puede decirse: mañana seré más equitativo (ya que no justo) y es probable que cuide el lenguaje y mejore mi vida moral. Y tras ese decirse, al siguiente día, vuelve a pesarse en la báscula, conformándose con haber perdido unos gramos, quizá con pesar lo mismo -y ocurre lo contrario: has ganado peso-; en este caso, peso de mala calidad. No es bueno llevar un dietario para controlar el peso. Los dietarios de este tipo amargan -siempre quiere uno más y más; no te conformas con nada. Hoy sin ir más lejos: hay una cacería humana que alientan los magistrados. Usted pesa al señor Cerdán -como se pesan o cuentan las perdices- y conviene que el peso que le parece insoportable no lo es tanto: precisamente el peso que gana el señor Cerdán es el peso que ha perdido nuestra Constitución hoy exangüe. El ser es insoportablemente leve -pero en el libro de Kundera la levedad no es contraria a la gordura amoral- y desde la levedad pueden hundirse hasta los puentes mejor trazados por los ingenieros pontoneros que, en el fondo, no son más que tristes barcazas -esto es lo que yo creo que quiso decir el señor Cerdán en Sevilla, sin desbastarse de su natural rudeza-. La báscula mejor no usarla. Y si se usa ha de cuidarse que no ande trucada.