En las entrañas de aquel Albacete, casi perdido, se alza el Chalet Fontecha, un testimonio de una época dorada y de una tragedia que marcó a una familia. La suntuosa fachada y sus amplios jardines nos transportan a principios del siglo XX, cuando la ciudad se expandía y la burguesía local erigía suntuosas mansiones como símbolo de su prosperidad. En 1926, Fructuoso Fernández Nieto y Rosario Fontecha, un matrimonio de la alta sociedad albaceteña, ella hija del acalde Francisco Fontecha, encargaron la construcción de este palacete a los arquitectos Julio Carrilero y Manuel Muñoz. El Chalet Fontecha se convirtió rápidamente en el centro de la vida social de la ciudad, un lugar donde se tejían los hilos de la historia local. Sin embargo, la felicidad de la familia Fernández Fontecha se vio truncada por la Guerra (in)Civil que sacudió a este hogar. Una noche, en la oscuridad de la peor guerra, Fructuoso y dos de sus tres hijos fueron arrancados de su hogar y fusilados. El dolor y la pérdida marcaron a la familia para siempre. Doña Rosario, desconsolada, abandonó el chalet y se llevó consigo los recuerdos de una vida feliz. El edificio quedó sumido en un profundo silencio, testigo mudo del paso del tiempo. A pesar de los intentos de la especulación inmobiliaria por derribarlo, el Chalet Fontecha resistió. En mis caminatas de infancia y de juventud, pasaba por delante y siempre cerrado, pero adivinaba el esplendor que tuvo. Hoy, gracias a la iniciativa de la Diputación de Albacete, este sueño de piedra ha renacido. El Chalet Fontecha se ha convertido en la sede del Instituto de Estudios Albacetenses, un espacio donde se investiga y se difunde la rica historia y cultura de nuestra provincia. Sus salas, antes llenas de vida familiar y luego de burocracia, pues llegó a ser sede del Gobierno Civil y de la Cámara de Comercio, acogerán hoy a investigadores, estudiantes y amantes de la historia, que encontrarán en este lugar un refugio para el estudio. El Chalet Fontecha es más que un edificio; es un símbolo de la resiliencia del espíritu humano, de la importancia de preservar nuestro patrimonio y de la esperanza en un futuro mejor para Albacete.