Hace unos días cayó en mis manos un artículo que hablaba de curiosidades relacionadas con la música. Reaccioné con sorpresa cuando descubrí en aquella lectura que las flores pueden crecer más rápido si hay música a su alrededor. No puedo aportar este dato con el pertinente respaldo científico, pero lo compro por el simple hecho de que me parece precioso.
También aprendí que aquello que nos pasa con relativa frecuencia a todos de tener todo el día una canción sonando en nuestra cabeza y no poder presionar el botón de stop mental se conoce como «gusano musical». Hasta leí, (aun a riesgo de sonar escatológica), que al tirar de la cadena de un sanitario, en la mayoría de los inodoros, suena un MI bemol. También descubrí que está demostrado que lo que sentimos al escuchar un tema es muy similar a lo que experimenta el resto de la gente en ese mismo momento y lugar.
Y algo que sí está científicamente testado es aquello de que la música escuchada se almacena en áreas diferentes a las de los recuerdos, por eso las personas enfermas de alzheimer reaccionan al identificar melodías de días pasados.
Y es que la música es magia, es luz, es vida, es terapia. La música también es refugio, es medicina y es placer. Es el lenguaje internacional, es el código de comunicación que nos une a todos. La música debería ser recetada como tratamiento sanador.
El próximo viernes día 21 se celebra el día internacional de la música, brindemos por ello mientras suena la banda sonora de nuestras vidas.