En días navideños tan propicios para hacer uso del término felicidad, también la palabra tristeza aparece inevitablemente como un invitado inesperado y doloroso, cuando se nos van personas cuya trayectoria y obra son esenciales en el recuerdo que dejan como estela de su paso entre nosotros; así hemos conocido estos días la triste noticia del fallecimiento de Mari Carmen de Huéscar, presidenta de honor de la Hermandad de Donantes de Sangre de Albacete cuya gestión y acción al frente de esa asociación la convertiría en una referencia nacional dentro de este tipo de entidades.
Entrañable y cariñosa siempre con los medios de comunicación, Mari Carmen era así y no tuvo que hacer ningún esfuerzo para ello, supo entender la importancia que la información tenía para alcanzar los objetivos de una asociación como la que representaba y en cuyo objetivo tenía muy claro que había que abrirse hacia la sociedad y dotarla de la concienciación y sensibilización de la donación como elemento primordial para dar una respuesta a la demanda de sangre, tanto social como sanitaria, que ella conocía perfectamente desde muy joven pues no en vano las circunstancias la convirtieron en donante de un riñón para salvar la vida de su hermano. Esa evidente sensibilización le hizo ser ya una mujer comprometida en tales cometidos desde los primeros años setenta, cuando todavía la presencia de la mujer era  casi anecdótica en las responsabilidades directivas de la sociedad. No era su caso y estuvo al frente de la Hermandad de Donantes de Sangre durante más de tres décadas, dotándola del sello personal que imprimía a todas sus acciones convirtiéndola en una mujer para recordar.