En malos tiempos de riadas, lodos e ineptitudes políticas que se traducen en muertes absolutamente evitables, hay otra riada silenciosa que cada año, en España, se lleva cientos de vidas y de la que se habla poco. Y es que mientras ellos, los gerifaltes, presumen de que en este país disfrutamos de la mejor sanidad pública del mundo, muchos tenemos la certeza de que su cada vez peor calidad, por falta de recursos, medios y personal, se lleva por delante, cual aluvión fatal, a demasiados de los nuestros para los que, quizá un buen funcionamiento, no le habría llegado su hora antes de tiempo. La manifestación del pasado miércoles deja patente que los propios profesionales de la sanidad son los que mejor pueden, desde sus reclamaciones, enseñarnos un retrato real -sin ideologías, ni manipulaciones- de lo que se sufre a diario en, entre otros, el Hospital General. Y esta «foto» no puede ser peor, se mire donde sea. Y es que es más evidencia a gritos que el vetusto hospital ya no puede más y que la precariedad afecta a cada una de las áreas en las que, como denuncian, el personal las pasa canutas para poder desempeñar su trabajo con la profesionalidad que atesoran y los pacientes merecen y pagan con sus impuestos. Desde 2010, unos y otros y desde la Junta de Comunidades, llevan prometiendo una ampliación del complejo hospitalario albaceteño y hoy, catorce años después, ninguno de los edificios del nuevo CHUA están terminados, y sin fecha para ello, en unas obras que ya se comparan con las de El Escorial. De qué forma afecta esta innegable mala gestión en la salud de los albaceteños es una pregunta que se contesta sola. Inmediatamente muchos nos preguntamos en qué medida algunos gestores políticos de la sanidad castellanomanchega son corresponsables, por su incapacidad manifiesta, de que muchos hayamos perdido a familiares o amigos a los que, con las condiciones idóneas, se les podría haber salvado la vida. Lo peor de todo es que cualquier día de estos volveremos a escuchar con estupor, a Page o a su adlátere Jesús Fernández, afirmando que Castilla-La Mancha goza de una sanidad de primera clase, cuando todos sabemos que, ahora mismo, enfermar aquí y ahora -a pesar de la más que contrastada calidad del personal médico que nos atiende en cada uno de los diferentes centros de Albacete y su provincia- es tener muchas papeletas para irte al otro barrio. La otra riada silenciosa.