De vuelta a casa voy mirando un trozo de papel orillado en la calle -no es el papel que tira a conciencia el desvergonzado-; no parece que sea el papel que ha perdido alguien por descuido; más bien parece el trozo de papel que hemos dejado ir de modo voluntario, sin malicia, como si nos fastidiare un poco (de ahí el no sujetarlo y darlo por perdido -no haces por recogerlo y parece que estás en el límite del civismo, quizá un pie en el decoro y el otro rayando la impudicia-). He pasado de largo -pero sabía que volvería a mirarlo-. Lo remiré y me lo llevé a casa. Es un folio doblado de modo preciso, aunque desaprovechado. A lapicero y a una cara -cuartilla- se han dibujado dos cuadrados -no es un lápiz de carpintero, pero presumo un grafito de doble encolado, resistente a la rotura- y hay números ordenados que parecen solucionar la medida exacta de un trozo recto del ángulo bajo y derecho: es la solución que el carpintero ha ideado al milímetro. Ha tachado números y ha salvado otros. Ha dibujado un cubo cuadrado (el trozo que falta) y le ha dado la medida 22,3. Hay operaciones que parecen hechas al modo del colegial: los números en columnas y la raya; abajo y al mismo orden, el resultado. El papel está sucio -lleva impresa la pisada de una zapatilla, pero es seguro que el carpintero no pisó el papel; simplemente le dejó ir-. Hay un número -44- elegante y al frente. Y a su izquierda como dos eses desvaídas. Juguemos. Salmo 44: «En tu nombre pisotearemos a nuestros adversarios» -la pisada que marca el papel puede serlo del ayudante harto de la jactancia del maestro carpintero; pero el ayudante no sabe que el maestro carpintero ha dejado ir de modo liberal el papel y su cálculo: su pisar es inocuo-. Doblo nuevamente el folio tal y como lo encontré. El doblado es de uña firmísima y que en nada vacila -más indicios contra el ayudante y su fastidio-. Juguemos. Otra vez desdoblado pero al dorso: la arruga parece dibujar un caballito, como el número (44) esta vez invertido. Resta adivinar la presión -es grande, por el espaciado de los números y los laterales del rectángulo-. Hay otros detalles: la coma del decimal no es la misma -no sigue un patrón-. Ayer reparé que habíamos tomado la guagua 44 en Gran Canaria en busca del doctor Negrín.