Junto a mi hijo Diego asistí al reciente concierto de Roberto Carlos en Madrid. Enfundado en un juvenil terno blanco, el brasileño llenó el amplio escenario a sus 83 años. Con la voz justa, pero con el talento crecido como el vino de solera y apoyado en esa pierna de cristal que le sujeta desde los seis años, nos emocionó con canciones eternas como Lady Laura, Amigo o El gato que está triste y azul. Para mí fue especial porque hacía 40 años que lo había escuchado en nuestro Pabellón. Como también ese año a Patxi Andión. Antes de morir, se lo recordé al cantautor vasco, el de Amparo Muñoz y la canción del Rastro madrileño, y se emocionó. El viernes pasé al Pabellón del Parque y lo vi triste como el gato azul de Roberto Carlos. Como abandonado a esa suerte de que un día el Ayuntamiento tenga dinero para levantar un multiusos, como ya quiso el alcalde Castell detrás de la Fiesta del Árbol. Los pabellones nuevos han ido parcheando una necesidad. Como fue levantar el de la Feria, precisamente en el mismo sitio que estuvo el Gran Pabellón, en cuya pista cantó Camilo Sesto o ese Ramoncín que provocó una alteración de orden público. Tenga el Ayuntamiento o no otros planes, al Pabellón del Parque hay que cuidarlo y mimarlo. Lo inauguró Don Juan Carlos al mediodía de un 30 de mayo de 1974, cuando nos visitó como príncipe. Hubo una placa que algún tonto quitó y que recordaba aquella real apertura. Su singular arquitectura, con doble galería y en madera, de estructura única en España, es obra de un grande como fue el paisano Antonio Escario. En su pista se han escrito páginas sobresalientes de nuestro deporte. En mis tiempos de adolescencia lo vi llenarse con el Merkal de balonmano de Manolo Collado (cuyo nombre lleva hoy el Pabellón), con el Doncel de baloncesto de López Vallés y con el fútbol sala de dos pioneros como fueron Alberto y Domingo. Inolvidable para mí, pues lo arbitré junto a mi hermano y Sarrión, resultó aquel partido contra el Interviú FS de José María García, quien recibió la pitada de su vida por sus comentarios contra el Alba tras incidentes con el Almansa en el Belmonte. El Pabellón es una bombonera que guarda lo mejor del deporte albacetense. Ha cumplido 50 años y nadie se acordó.