Juan Carlos Monedero siempre ejerció como una suerte de 'sumo sacerdote' de aquel Podemos que vino a redimirnos al hilo de las revueltas del 11M; la protesta que él y los suyos, con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón como cabezas más visibles, aprovecharon y manipularon convenientemente desde un laboratorio de ideas que nacía de los ambientes más izquierdistas de la facultad de Políticas de la Complutense. Era un movimiento de indignación popular y transversal, tan claro como el agua, tan legítimo como lógico, después de los recortes brutales tras la gran crisis de esos años y de que se pusiera de manifiesto la crudeza del precariado mileurista ajeno a la cara dura de las castas políticas y financieras. Ellos convirtieron aquello en un producto político entre neocomunista y populista que finalmente fue su pista de aterrizaje para su instalación en las zonas calientes del poder político. Para eso les sirvió, y para ligar, pero no como lo hacen las personas normales de las clases trabajadoras sino aprovechando y aprovechándose de su preponderancia en los ambientes universitarios y políticos en los que gastaban su mejor pedigrí. Si hay delito de acoso sexual es harina de otro costal que en todo caso tiene que ser validado judicialmente. De momento, máxima prudencia y respeto a la presunción de inocencia.
Lo de Juan Carlos Monedero siempre ha llamado la atención por el aroma que ha desprendido a cantamañanas espabilado y leído. Su predicamento en los ambientes venezolanos, con despacho incluido en dependencias presidenciales junto al mismísimo Hugo Chávez, ha alcanzado la categoría de grotesco en esta fase última de Nicolás Maduro y su estafa brutal tras las últimas elecciones presidenciales. Cuando hasta las izquierda más radical reconoce, como mínimo en voz baja, que las elecciones las ganaron los grupos opositores, cuando todos los observadores internacionales certificaron la derrota abultada de Maduro, Juan Carlos Monedero se apresuró a salir en defensa de los impostores blanqueando un fraude escandaloso que quedará para la historia como una mancha tan negra como el petróleo en la comunidad internacional (por ausencia de una reacción mucho más contundente). Ni siquiera los de Podemos defendieron a Maduro con claridad, miraron para otro lado, pero ahí estaba Monedero, fiel a su compromiso con sus valedores.
Las relaciones de Monedero y Errejón siempre fueron complejas, aunque ambos comparten ahora el mismo destino. Monedero siempre contemplo con algo de envidia la proyección mediática de Errejón, y nunca le perdonó que intentará salirse de los rígidos esquemas en los que Monedero quería encorsetar el invento de Podemos. En realidad, Errejón tenía una visión más amplia y transversal del movimiento que casaba mal con las estrecheces neocomunistas de Monedero e Iglesias. Al final ambos han ido a parar al mismo lugar y tendrán que hacer frente a las supuestas derivaciones malsanas de un ego desbordado puesto en modo macho alfa para abordar conquistas que finalmente pudieron ser agresiones sexuales según la ley inexorable del 'solo sí es sí'. El axioma es de una lógica aplastante, además de clarificadora, de la que ellos, grandes predicadores de causas nobles, se consideraron inmunes. Ver para creer.
El caso es que en lo que estos asuntos se ventilan judicialmente, los dos personajes han quebrado su vida política y ponen definitivamente al espacio de la llamada 'izquierda alternativa' en modo crisis total. No han sabido hacer nada, y nada han hecho bien. Se convirtieron demasiado pronto en amantes de la moqueta, o en el caso de Monedero de la vida de gran proyección mediática; se compraron, en el caso de Iglesias, casoplones a las primeras de cambio, dejando atrás el asalto a los cielos, tarea más peliaguda que las componendas con los grupos reaccionarios del independentismo; dejaron en segundo plano la defensa de los trabajadores y pusieron foco a máxima potencia en la causa del feminismo como la gran lucha de nuestros días. Hasta ese punto ha llegado su fraude: el feminismo les tendría también que pedir cuantas de forma severa. De momento lo que sabemos es que sospechosamente los que primero debían haber actuado prefirieron mirar para otro lado cuando era tiempo de reaccionar ante el machismo. En Sumar con Iñigo Errejón y en Podemos con Juan Carlos Monedero.