En unos días se reunirá el Consejo de Política Fiscal y Financiera, el máximo órgano de coordinación entre autonomías encargado de fijar las reglas de la financiación autonómica, también todo lo referente a la gestión de las deudas y los déficit. Cita de la máxima importancia, más aún si tenemos en cuenta que llevamos con el sistema de financiación autonómica empantanado y sin reuniones del consejo desde 2018. Un auténtico escándalo. Con Pedro Sánchez en la Moncloa todo ha sido un tirar hacia delante de cualquier forma a base de regates en corto, sin visión a largo plazo, sin instrumentos de armonización. El Consejo se reunirá por fin, presidido por la Ministra de Hacienda, como establece el reglamento.
Según su regulación interna el Consejo de Política Fiscal y Financiera, compuesto por los consejeros de Hacienda de cada comunidad autónoma presididos por el ministro de Hacienda, debe reunirse al menos dos veces al año. Su creación, en 1980, era la culminación de un proceso de descentralización económica muy profunda que iba encaminada a establecer un organismo de coordinación en la práctica de carácter federal, con las excepciones de los cupos vasco y navarro. Con el paso del tiempo esa función ideal establecida en la ley orgánica que lo regulaba ha venido perdiendo lustre e importancia porque frente a la dinámica "federal", que supondría un trato igualitario, sin agravios comparativos, ha ido prevaleciendo el "cambalache" en favor de las necesidades políticas del momento.
La dinámica en la que estamos metidos, también en materia de financiación, está muy lejos de lo federal y va camino de ser un galimatías . En la reunión de la semana que viene se verán las caras todos los consejeros y consejeras autonómicos sin saber a ciencia cierta cúal son las pretensiones de Pedro Sánchez ni qué es lo que ha pactado exactamente con Cataluña, en aquel acuerdo con ERC que se vino en llamar "financiación singular", una auténtica ambigüedad que debería ser explicada a fondo para poder saber en qué consiste. Sin determinar eso poco se puede hablar porque el trato favorable y bilateral hacia Cataluña necesariamente condiciona al resto, como de hecho lo ha condicionado siempre a lo largo de la actual democracia el sistema de cupo vasco y navarro. Si los cupos son una anomalía en un sistema de financiación auténticamente federal, la extensión del privilegio a Cataluña sería remachar ese clavo y poner rumbo a las financiaciones a la carta en función de intereses políticos y acuerdos bilaterales. Eso no es federalismo, en todo caso confederalismo. El gobierno parece querer iniciar ese camino con el anuncio de las condonaciones de la deuda autonómica, un caramelo envenenado destinado a allanar el camino para que se acepten las singularidades, comenzando por la catalana.
En este desconcierto generalizado, Castilla-La Mancha va a hablar sobe la actualización del a financiación autonómica enarbolando el criterio de la despoblación. No hay nada más objetivo que eso: en la España de zonas rurales despobladas la financiación de los servicios básicos, a los que tienen derecho los españoles con independencia del territorio en el que vivan, es más costosa y requiere un tratamiento diferente. Un hecho objetivo, sin más, que debe ser abordado de una forma objetiva. El caballo de batalla de la despoblación será uno de los temas estrellas en ese Consejo frente a las pretensiones de singularidad que no tienen que ver con hechos objetivos sino con privilegios que se convierten en chantajes al Estado.
Veremos cual son los resultados del próximo Consejo de Política Fiscal y Financiera que tanto se ha hecho esperar, tanto que ya parecía casi imposible que se volviera a convocar. Si hay alguna opción de que los mecanismos de solidaridad sigan funcionando es en reuniones como esta que corren el riesgo de convertirse, como la Conferencia de Presidentes, en una puesta en escena y poco más desde la certeza de todos de que la solidaridad está quebrada y que lo que rige es un salvase quien pueda en el que lo normal es que el más rico y el que tenga más capacidad de presión política sea el que se lleve la parte más suculenta, por aquello del que quiere comer aparte es el que pretende llevarse la mejor parte. Que se lo digan si no al independentismo catalán.