Elena Serrallé

Elena Serrallé


Las caricias de Dios

08/05/2024

Esos pequeños momentos de felicidad que pasan casi desapercibidos pero que, si sabemos detenernos a contemplar y saborear, resultan francamente exquisitos. Las caricias de Dios.
Observar a tus hijos mientras duermen. Conducir sola, sin prisa y con la música a todo volumen. Cantar a pleno pulmón Feo, fuerte y formal (o, siendo realistas, gritar). Disfrutar de la lluvia envuelta entre las sábanas siendo consciente de que hoy no pienso salir de casa. Disfrutar de la lluvia durante un paseo por el monte. Disfrutar de la lluvia sin más.
Llegar a casa y que esté la comida preparada. Cuando baja la fiebre. Cuando un whatsapp te provoca una sonrisa. Un libro que te engancha. Cuando el médico dice «sólo ha sido un susto». Un plato de caracoles en una terraza. Cuando no filtras porque estás con amigos. Una mirada desnuda. El primer chapuzón del verano. El olor de la tierra mojada.
Cuando no hay cola en el mostrador. Escuchar tu nombre en la boca de la persona a la que amas. Comprobar que has aprobado el examen. Las patadas del bebé dentro de tu vientre. Ver nevar al lado de una chimenea encendida. Una chimenea encendida. Cuando te encuentras un billete en unos vaqueros olvidados. Ventilar un cuarto. La ducha eterna.
Cuando sobran las palabras. Conectar con alguien. Reír hasta que duela la mandíbula. Emocionarte. Un abrazo que estruja y recompone. 
Un verano en el pueblo. Un café de calidad. Cuando veo por enésima vez la peli El Golpe. Hacer teatro. Arroz con leche de postre.
Esas son mis caricias de Dios. ¿Cuáles son las tuyas?

ARCHIVADO EN: Teatro