Durante mis vagabundeos de jubilado me ha dado por mostrar un vestigio de modernidad y escuchar podcasts, lo que resulta mucho más entretenido que oír mis propios pensamientos (que suelen ser muy repetitivos) o mirar solares en obra, como mis excompañeros me animan a hacer. Mi favorito es Todopoderosos, patrocinado por la Fundación Telefónica, en el que cuatro tertulianos desarrollan un tema cultural cada semana. Los participantes son fijos. A saber, el director de cine Rodrigo Cortés, el escritor Juan Gómez-Jurado y los humoristas Javier Cansado y Arturo Fernández Campos, quien ejerce también como director del programa. Un director poco respetado, debo decir, pues permite que sus compañeros de tertulia se interrumpan constantemente con divagaciones e incisos. Y sobre todo con coñas marineras, pues una de las características del podcast es el humor, incluyendo un cachondeo mutuo que a menudo me arranca carcajadas. Entre bromas y digresiones, este cuarteto de amigos-cómplices suele abordar el tema de la semana con rigor y profundidad. Y de un modo extraordinariamente ameno, a pesar de las dos horas de duración de cada capítulo. La mayoría de los programas tratan sobre directores de cine (a Hitchcock, Spielberg y Tarantino, por ejemplo, les han dedicado varios por cabeza). Pero los hay también sobre pintura (Goya), sobre literatura (J. D. Salinger), cómic (Superman, Will Eisner) y música (John Williams). Y de ese modo, cuando uno regresa a casa después de los consabidos 10.000 pasos, tiene la sensación de haber empleado ese tiempo en ampliar sus conocimientos y sus horizontes. Además del apetito provocado por el ejercicio, suelo volver hambriento de cultura en forma de libros, de discos y de películas. En estos tiempos en que las nuevas tecnologías son tan denostadas por los riesgos que entrañan para niños y adolescentes, no puedo dejar de señalar las maravillosas oportunidades culturales y educativas que encierra un ordenador, una táblet o un simple teléfono móvil conectado a internet.