Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Sin miedo

08/08/2023

«No tengáis miedo. Tened valentía. Levantaos y seguid adelante». Estas palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud llenaron de alegría y esperanza los corazones de un millón de jóvenes congregados en Lisboa. Palabras lanzadas como flechas a la diana del espíritu de esta juventud de nuestro tiempo que soporta guerras como la de Ucrania y que ha pasado por una pandemia mundial que la confinó para salvar a sus mayores. Palabras del Papa que van al corazón de unos jóvenes llegados de todo el mundo, rodeados en sus países de violencia, odio y de líderes que generan discordia y enfrentamiento. Palabras de Francisco que se abren entre el espacio frío, despersonalizado, tan tecnológico, en el que viven nuestros jóvenes. Una juventud desorientada que debe sobrevivir a la tiranía y a la soledad real a la que le empuja internet y el móvil. Jóvenes muchas veces sin la protección debida por una familia desestructurada. No me lo tiene que contar nadie. Llevo más de 30 años como profesor universitario y he sido testigo del profundo cambio generacional de nuestra juventud. Pero tengo fe; me asiste la esperanza sobre ella. La juventud mundial tiene la responsabilidad común de labrar el futuro de la tierra. Por eso, Francisco la ha invitado a ser audaz para transformarla y a rechazar el fatalismo y ese peligrosísimo relativismo al que algunos, interesadamente y con maldad, quieren conducirla. Jóvenes del mundo, muchos de ellos, atrapados por los mercaderes de la muerte: niños soldados, trabajos forzosos, trato de seres humanos, pederastia, maltrato o discriminación por ser niñas. Por eso resulta alentador la llamada de Francisco a toda la juventud, sea católica o no, para no bajar los brazos y ser protagonista de la necesaria transformación del mundo, a la vez que es testigo de esperanza en tiempos donde no se la encuentra. Esperanza en el Evangelio que es siempre «buena noticia», pues anuncia la victoria de la vida sobre la muerte, de la alegría sobre la pena, del amor sobre el odio. Miremos nuestras raíces cristianas y vayamos mujeres y hombres de buena voluntad hacia adelante; pero sin miedo, no tengamos miedo y seremos invencibles.