Las recientes y aún vigentes tragedias de Letur y Valencia tienen un punto en común del que poco se habla, al menos en el caso que ha afectado gravemente a nuestro pueblo albaceteño, cobrándose la vida de seis personas y destruyendo el centro de la población. Como en tierras valencianas, nadie avisó a tiempo de que venía un tsunami interior de agua y lodo que se lo iba a llevar todo por delante. Cuando la madre de Jonathan le pregunta a Page que por qué no se avisó, el presidente le dice, cogiendo la cara con sus manos, que sí se hizo. Falso. ¿Qué se puede esperar de alguien que es capaz de mentir a una persona que acaba de perder a un hijo en tan horribles circunstancias? Desde la Confederación Hidrográfica del Segura revelan que no se detectó la tremenda subida de caudal del maldito Arroyo de Letur porque no había un pluviómetro del Sistema Automático de Información Hidrológica asociado que pudiera haber avisado del peligro y haber dado lugar a la evacuación del pueblo, evitando así los daños humanos. Tras lo sucedido, se supone que ya se habrán colocado varios de estos aparatos, que miden la cantidad de lluvia caída, en diferentes puntos de dicho torrente, ¿verdad? Lo contrario supondría que el pueblo serrano podría sufrir el mismo aluvión sin que nadie, de nuevo, sea capaz de enviar un aviso con la suficiente antelación de que la destrucción y la muerte viene abordo de olas gigantes de lodo, rocas y maleza. Cuando el presidente de Castilla-La Mancha dice que «el que crea que tiene una fórmula mágica para anticiparse a los desastres naturales está cometiendo una enorme injusticia» lleva razón. Todos tenemos claro que las riadas, tanto de Letur como de Valencia, eran fenómenos imprevisibles y por ello imparables, pero dar la alarma a tiempo habría supuesto, seguro, el ahorro de centenares, que se dice pronto, de vidas. En lo que acierta Page es en destacar que, al contrario que en la terreta, el buen funcionamiento coordinado de la atención por parte de las diferentes administraciones públicas tras el cataclismo. Cosa que corrobora el alcalde letureño Sergio Marín al confirmar que, desde el primer momento, tanto la Junta, como la Diputación y el Gobierno de España se han volcado en ayuda y medios para, sobre todo, encontrar a los desaparecidos, e ir devolviendo, poco a poco, al pueblo su normalidad y belleza original. Esto, de lo que nos alegramos todos, no debe de tapar que, en Letur, como en Valencia, en pleno 2024 y con numerosos organismos meteorológicos y satélites que nos cuestan muchos millones de euros, nada ni nadie fue capaz de alertarnos de que la peor debacle en España, desde que empezó este siglo, se nos venía encima inexorablemente. A río revuelto, pueblo muerto.