Ha llevado su activismo humanitario hasta donde ha podido. Dice ser un «culo inquieto» y por eso se ha dejado ver -aunque le gustaría parecerse al Hombre Invisible- dando apoyo a los inmigrantes, en la plataforma antimilitarista Albacete por la Paz, en las comisiones del 15M o formando parte de una cadena humana para impedir un desahucio. Javier Marcellán, más conocido como Pancho, será reconocido por la Comisioón 0,7 en la Semana de la Solidaridad. Un homenaje más que merecido por su implicación en la defensa de la justicia social y de los derechos humanos, un activismo que le contagió su mujer, Isabel Vidosa. Natural de Zaragoza y licenciado en Filosofía y Letras, Marcellán se trasladó en 1990 a Albacete donde trabajó como docente en Villarrobledo y en el instituto Leonardo da Vinci de la capital. En 2005 comenzó su implicación con los migrantes que vivían en condiciones infrahumanas, por entonces, en una nave conocida como Pansalba.
¿Contento con el reconocimiento de la Comisión 0,7?
No me gustan que me agradezcan, a mí me gustaría ser invisible y seguir trabajando. Es una cuestión de ética, es mi forma de ser, pero bueno, estaré allí.
¿Cómo y por qué empieza a involucrarse en la atención a las personas inmigrantes que se encontraban hacinadas en Pansalba?
En realidad empezó mi mujer, Isabel Vidosa. Ella era trabajadora social, luego se licenció en Químicas, y ya vino de Zaragoza muy mentalizada y sensibilizada con el problema de la inmigración. Ella fue una mujer muy implicada en las áreas sociales y sindicales. Así que me contagié de su pasión. Recuerdo que hacia el año 2004 o 2005 se organizó un movimiento asambleario, compuesto por muchas asociaciones y entidades, para abordar de forma conjunta el problema de los asentamientos. Entonces, el Ayuntamiento no sabía que había inmigrantes viviendo en condiciones infrahumanas en una nave de la carretera de las Peñas, a pesar de que había más de 400 trabajadores temporeros subsaharianos. Empezamos a visitarlos y en 2006 me metí a trabajar de lleno creando el Colectivo de Apoyo al Inmigrante.
¿Era su primera experiencia con colectivos vulnerables?
La verdad es que sí, aunque ¿sabe cómo supe que existía una Declaración de los Derechos Humanos? Yo acabé la carrera de Filosofía y Letras en 1965 y me fui a impartir clases a Alicante. En el puerto, un marinero le preguntó a una chica que si sabía de alguien que pudiera hablarles de los Derechos Humanos y le habló de mí. Yo no tenía ni idea de que existía una Declaración, me enteré estudiando sobre el tema, ¡¡después de haber estudiado Filosofía y Letras…!!! Ahí me empecé a planear que la gente no solo tiene que tener privilegios, sino derechos, que todos somos seres humanos, independientemente de nuestra procedencia, de nuestro color de piel, de nuestra cultura, de nuestro género..., entonces no se hablaba siquiera de los derechos de la mujer.
¿Cómo nace el Colectivo de Apoyo al Inmigrante de Albacete?
Al principio nació como un movimiento asambleario en el que participaban muchas asociaciones y entidades vinculadas con la inmigración. Poco a poco, cada organización fue buscando financiación para poner en marcha proyectos. En 2008, legalizamos el colectivo como asociación para que reconocieran nuestra existencia y para poder llevar a cabo proyectos con los que cubrir las necesidades de los inmigrantes respecto a la vivienda, la alimentación, el empadronamiento… El Colectivo nació porque alguien tenía que abordar la llegada de inmigrantes e intentar que ellos mismos se organizaran para evitar que personas externas decidieran por ellos. Esto dio paso a la constitución de una especie de confederación de entidades locales y asociaciones que montaron los propios inmigrantes, como la Asociación Maliense, el Centro Islámico o la Asociación de Bolivianos… Podemos decir que este fue el germen del posterior Consejo Municipal de la Inmigración que, por aquellos años, no existía, a pesar de que lo veníamos reivindicando como foro de defensa de la clase obrera. Finalmente, logramos que el pleno del Ayuntamiento aprobara por unanimidad la constitución de este Consejo y empezamos a organizarlo, una tarea que fue muy difícil, porque faltaba mucha formación por parte de los políticos locales y de los técnicos municipales.
Resulta curioso que 15 años después se haya derribado otra nave, en este caso Cereales Saltó, donde todos los veranos se alojaban más de 400 trabajadores extranjeros. ¿Por qué no se ha avanzado nada en este aspecto en todo este tiempo?
Porque la única política que ha llevado a cabo el Ayuntamiento ha sido demoler las naves donde se alojaban para desbaratar los asentamientos, sin tener en cuenta que, al final, estos trabajadores se van organizando por otros lugares abandonados de la ciudad, porque en algún sitio tendrán que dormir y comer. Asentamientos de temporeros siempre ha habido, tanto en verano, donde pueden sobrepasar los 500 inmigrantes, como en invierno, pues existen campamentos más estables durante todo el año en el que viven ciudadanos rumanos, marroquíes y también subsaharianos. Hasta el año pasado, ningún partido político se había tomado do en serio el problema de los asentamientos. Tanto PSOE como PP estaban en otras cosas, tenían otras prioridades. Hasta ahora, que parece ser que el actual Gobierno municipal está intentando solucionarlo.
¿Y por qué ha ocurrido esto?
El Ayuntamiento siempre ha dicho que no es competencia municipal. Recuerdo que en una reunión con la concejal de Inmigración del PP, se sorprendió cuando le dijimos que la clave estaba en que todas las administraciones, estatal, autonómica y local, se pusieran de acuerdo para garantizar alojamiento a estas personas. Esa es la clave y lo que ha conseguido el actual Gobierno municipal. Lo lamentable es que hasta ahora, las administraciones no han estado acostumbradas a ponerse de acuerdo. Recuerdo que hace dos años conseguimos unos grifos de agua en Cereales Saltó para que los inmigrantes no fueran a las fuentes del parque, porque los vecinos protestaban. A partir de la experiencia del verano pasado, con el brote de la Covid, el Ayuntamiento se lo ha tomado en serio, aunque admito que es difícil poner en marcha un proyecto o recurso que evite los asentamientos.
¿Por qué?
Para empezar, son los empresarios del campo los que tendrían que responsabilizarse de garantizar el alojamiento a sus trabajadores y si no pueden, deberían hablar con su ayuntamiento o con la Diputación para que les echen una mano. Esto empezó a hacerse el año pasado en localidades como Barrax y Villarrobledo.
¿Y no puede hacerse algo similar al campamento de La Dehesa que se abrió en 2008?
Este campamento se abrió a raíz de una manifestación que protagonizaron los inmigrantes subsaharianos en Albacete. El Ayuntamiento decidió montar La Dehesa, pero no la acabó de organizar lo suficientemente bien. A partir de ahí, los asentamientos se fueron extendiendo hasta llegar el año pasado a detectar unos ocho o nueve, con más de 600 temporeros, a los que hay que sumar el centenar de personas que ocupan otros asentamientos de una forma estable. Ese mismo año y con la implicación del Colectivo de Apoyo al Inmigrante, Justicia y Paz y Médicos del Mundo, también se abrió una residencia de personas inmigrantes en situación irregular, El Pasico, que está siendo una experiencia maravillosa. Poco más tarde, el Ayuntamiento le concedió a Justicia y Paz un proyecto de búsqueda de viviendas en alquiler para inmigrantes, con el que la entidad se comprometía, no solo a buscar pisos, sino a garantizar el pago del alquiler y la convivencia y a ayudar a los chicos para que aprendiesen a convivir en casas, porque no sabían. Ellos vienen de dormir en un jergón. La experiencia también fue espectacular, llegamos a gestionar una veintena de pisos, casi todos ellos en el barrio de Hermanos Falcó. Sin embargo, y a pesar de lo bien que funcionó, el Gobierno de Cospedal eliminó las subvenciones y se cargó este proyecto que, desgraciadamente, no se ha vuelto a recuperar a pesar de lo bien que funcionaba.
¿Cuál sería la solución, desde su punto de vista y con su experiencia, para evitar la proliferación de asentamientos en tiempos de campañas agrícolas?
Estaría bien que las asociaciones que nos ocupamos de los inmigrantes tuviésemos proyectos similares al que he comentado, al de búsqueda y gestión de viviendas en alquiler para que los temporeros no tengan que buscarse la vida en naves abandonadas. En Albacete no hay albergue juvenil que se les pueda ceder ni tampoco un camping, que vendría muy bien. También hemos pedido en dos ocasiones el Seminario de Albacete, pero aún estamos esperando la respuesta del Obispado, que siempre nos dice que lo tiene que estudiar.
¿Cuál es, en estos momentos, el trabajo que desarrolla el Colectivo de Apoyo al Inmigrante?
Prestamos atención a todo aquel inmigrante que llama a nuestra puerta, además de seguir gestionando El Pasico e impartir apoyo escolar en El Ensanche a los hijos de familias más vulnerables. Y también repartimos alimentos en los asentamientos, al menos dos veces a la semana.
De forma paralela, Javier Marcellán también se implicó en la plataforma Stop Desahucios hasta el punto de ser sancionado, aunque finalmente resultó libre de cargos. ¿Qué le motivó a participar en este activismo?
Esta plataforma se originó a raíz del 15M. Un día, paseando por la Plaza de la Constitución, vi a unos tíos en tiendas de campaña. Vi a mi amigo Manolo, le pregunté y al contarme cuáles eran los motivos del 15M decidí unirme a él. En su organización crearon unas comisiones, entre las que se encontraba trabajar para paralizar los desahucios. Yo ya estaba viendo cómo los pocos pisos que habíamos conseguido para inmigrantes no podían pagarlos y que los iban a desahuciar. Decidí que tenía que aprender sobre desahucios, porque si los españoles lo pagaron duro, los inmigrantes mucho más. En esta plataforma aprendí un montón de cosas, hasta el punto de llegar a negociar con Caja Castilla-La Mancha.
¿Recuerda algún momento especialmente duro?
Tuve muchos y muy duros, uno de ellos fue cuando una persona se nos acercó diciéndonos que se quería suicidar. Finalmente conseguimos persuadirlo, pero fue un momento muy triste. Las personas que iban a ser desahuciadas venían a Stop Desahucios psicológicamente hundidas y el apoyo de la plataforma fue fundamental para ellas. Y lo más preocupante es que, a día de hoy, el problema de los desahucios no está acabado, aunque sí invisibilizado. Hasta en 14 ocasiones, la Unión Europea le ha llamado la atención al Gobierno español por no proveer de vivienda a las personas desahuciadas.
¿Somos un país racista?
No, no somos un país racista, para nada, pero hay fuerzas políticas que intentan hacer del racismo su bandera, partidos que no aceptan la diversidad multicultural y racial y que quieren que todos vayamos por el mismo lado que ellos.