Antonio García

Antonio García


Libertad de expresión

07/04/2025

Tras una larga y poco ilustrada polémica, la editorial Anagrama ha decidido no distribuir El odio, libro inspirado en el asesinato real de unos niños. Poco más puedo decir sobre un libro que no he leído, como no lo han leído la mayoría de españoles que han entrado en el debate sobre la legitimidad de su publicación. La hiriente paradoja es que en España, que es un país que adolece de ínfimos niveles de lectura y donde en consecuencia muy poco se habla de libros, todo el mundo de haya puesto a hablar de uno sin el requerimiento previo y esencial de haberlo leído. Hablamos pues de un libro fantasma, inexistente a efectos de un posible receptor, virtualmente bueno o malo, genial o deplorable, legítimo o delictivo, extremos de ponderación imposibles de dilucidar si no tenemos delante el objeto de la discordia, para saber a qué atenernos. Fogosos tertulianos y columnistas han condenado –o aprobado en menor medida-  la publicación de un libro que nadie –salvo amigos del autor, responsables de la editorial, críticos afortunados- ha tenido oportunidad de leer, invirtiendo el curso normal de todo juicio que debe efectuarse sobre hechos consumados. En corto: primero debería haberse publicado el libro y solo después someterlo a juicio universal, que entonces sí, y con conocimiento de causa, hubiera derivado en una condena o aprobación fehacientes. Al no hacerlo así, la libertad de expresión –mantra al que se han acogido unos y otros contendientes- ha quedado gravemente cuestionada. Pongo por delante que yo no leería el libro en cuestión, por prejuicios que no vienen al caso, pero me tranquilizaría saber que se me da la opción de leerlo, si me pilla el día tonto.