Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


La política

05/10/2024

Releyendo las memorias de Alcalá Zamora -debió rehacer el manuscrito malogrado cuando los bárbaros allanaron su casa, como desvalijaron su caja de seguridad bancaria y malbarataron hasta la herencia de su fallecida esposa- uno siempre llega a la conclusión inatacable: Prieto era la última apuesta por rehacer la república -a lo que Largo Caballero se negó de plano-. Azaña se quejó amargamente en sus Diarios -para mí de todo punto prescindibles- del veto de Largo. A mi juicio Azaña ha sido el mejor parlamentario junto a Melquíades Álvarez   -a los dos les unió el parlamentarismo de altura y los separó la valentía propia-. La cobardía de Azaña era legendaria -don Niceto habla de sus escondites, de cómo trasudaba y descomponía; para nadie fue una sorpresa que abdicara la presidencia y se negara a volver a España- y Melquíades atesoró vigor cuando lo asesinaron en los sótanos de la prisión. Cuando uno se aproxima a sus intervenciones parlamentarias parecen ser de plena actualidad, no sólo por su altura, también porque achican al misérrimo foro patrio que padecemos. En esto de la cobardía personal reparó Miguel Maura -el gran vetado por Gil Robles- y señaló la personalidad violenta de José Antonio -aunque la gran canallada fue de Franco que daba por hecho (también doña Carmen) que al falangista debieron inyectarle para arrastrarlo al paredón y al fusilamiento-. A mí siempre me ha interesado la política -los grandes columnistas eran cronistas parlamentarios de talla formidable: Pla, Fernández Flores, Vázquez Reviriego y Raúl del Pozo- hasta que me desvié a Isabel II y rehice mi tablero entre la dictadura de Primo y el término de la Guerra Civil -el resto no soporta un pase a excepción de Ridruejo y Serrano Súñer-. Prieto era magnífico replicando a Calvo Sotelo hablando de pantanos, ferrocarriles y obras públicas. Es probable que Prieto fuese incapaz de reconducir la república, aunque para mí resulta apasionante transitar ese tablero que, al paso de los años, se ensancha. Don Niceto dirá en su adversidad que «en la vida, donde el presente es fugaz y el futuro incierto, no hay definitivo más que el pasado». Ese pasado lo voy racimando (es mi rebusca) en los libros de memorias políticas    -ahí está la memoria histórica publicada en su totalidad (Pedro Sánchez estaba en la guardería y Pablo Iglesias Turrión no había nacido)-. Con don Francisco Pérez hablé mucho de otro Maura -Gabriel-. Con Deogracias Carrión -historiador- he compartido grandes momentos hablando de Negrín. Guardo en la memoria una presencia inolvidable: hablar con Prat en el auténtico palacio del Senado. Don Niceto marchó cuando el poder del Estado ni le inspiraba respeto -«ni lo merecía»-.