Hay que tener mucha confianza en uno mismo para admitir errores o reconocer que estaba equivocado, del mismo modo que creo que estar dispuesto a cambiar es de personas inteligentes.
Leí en una ocasión que el inconsciente gobierna nuestra vida y que está formado por todas nuestras creencias, sin  pasar por alto el hecho de que muchas de nuestras creencias son falsas o se asientan sobre una base de barro.
Por eso entiendo que mantener una actitud de apertura nos posiciona en una mejor condición para seguir creciendo, y digo bien porque envejecer es cumplir vueltas alrededor de sol, pero crecer, crecer es otra cosa. Crecer es entender que la vida no es lo que esperabas o lo que habías dibujado en tu imaginación. La vida no es justa, ni predecible, ni mucho menos susceptible de ser controlada por nuestros ridículos egos. Crecer, amigos lectores, es asimilar que unas veces se gana y otras se aprende. Crecer es aceptar la incertidumbre que, al mismo tiempo, es la cuna que mece los miedos.
Por eso es fundamental mantener la mente abierta, receptiva, incluso es sanador hacer limpieza de lo aprendido porque desaprendiendo es como realmente evolucionamos y avanzamos. Huyamos de los cerebros huecos y obtusos que, por inseguridad, se tornan herméticos, cerrados e impenetrables.
Rodeémonos de personas que enriquezcan nuestras horas, donantes de ricos momentos y conversaciones que interesan, personas que no mutilen nuestras metas, que no arañen nuestros retos, que fomenten nuestra motivación, personas, en definitiva, que nos hagan crecer.