Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Bala perdida

16/07/2024

Reza el sabio refrán que quien siembra vientos recoge tempestades. Y el que anima a pegarle un tiro a cualquiera en la nuca es posible que se encuentra con una bala en la punta de su nariz. Huelga decir que todos debemos de lamentar el atentado que casi le cuesta la vida a Trump este pasado sábado, pero a nadie le puede extrañar que un tipo que lleva la violencia por bandera pueda recibir una dosis por certera de su propia medicina. Desde su irrupción en el panorama de la política, tanto de USA como internacional, el expresidente ha aprovechado cada segundo para hacer del oído su enseña, valor añadido y razón de ser. Eso no justifica su intento de asesinato, pero es fácil de entender que haya mucha gente que sienta una profunda animadversión por él, avivada permanentemente por él mismo a través de su agresiva dialéctica. Si a eso le sumamos que en Estados Unidos es más común tener una pistola que aquí un botijo al fresco, nada de lo sucedido nos puede extrañar. Con el tirador bajo tierra, nunca sabremos al cien por cien las razones por las que quiso ejecutar a Trump, y eso ya lo están aprovechando desde su partido para convertirlo en un héroe sin capa, pero con el cutis y pelo naranja. Hace unos meses en España desde la extrema derecha se lanzaron varios mensajes que, prácticamente, animaban a agredir al presidente de nuestro país en cualquiera de sus exposiciones públicas. Aquello puso en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado españolas ya que este tipo de llamamientos suelen surtir efecto entre los tarados más radicalizados. Afortunadamente todo quedó en unos gritos e insultos contra Sánchez, sin sangre de por medio. Pero encender de nuevo esta llama es tan fácil como altamente peligroso. Advertidos todos ante lo sufrido y por venir, hasta dónde podrá llegar la polarización del odio, por un lado y otro, que, nada más conocerse el intento de magnicidio, no han sido pocos los que han sugerido que todo esto puede ser parte de un montaje para definitivamente aupar, de nuevo, a Trump a los cielos de la Casa Blanca. Lo que parece claro es que del daño de esa bala perdida ya no nos salva nadie.