La tópica y típica frase con la que Mariano José de Larra tituló uno de sus más afamados artículos periodísticos: Vuelva usted mañana, allá por las primeras décadas del siglo XIX, y que no ha perdido vigencia desde entonces, si corre el serio riesgo de que se pierda ahora, en estos años de las iniciales décadas del siglo XXI, cuando tanto hablamos de la España vaciada, esa España cada vez más evacuada de oficinas de la administración pública, prácticamente expoliada de sedes físicas de locales administrativos y llena de edificios vacíos y cerrados de los locales que en su día fueron garantes de la intendencia y la gestión. Y si de vacío se trata no digamos ya el éxodo al que se ha sometido a todos aquellos trabajadores y funcionarios que han ido desapareciendo al mismo ritmo que los inmuebles en que prestaban sus servicios o en los que realizaban sus trabajos y a los que se echa en falta, incluidos aquel mal carado prepotente y gruñón que Larra reflejaba en su recordado texto y que ahora, en el mejor de los casos, ha sido sustituido por una máquina o un cajero automático no mucho más simpático a la hora de atender, o confundir, al público.
La banca española lidera tales menesteres que padecemos con esta, al parecer, imparable transformación. Desde 2015 los bancos españoles han cerrado más de 14.000 sucursales en toda España, lo que supone una aterradora media de cuatro sucursales al día, según los datos del propio Banco de España; casi el cincuenta por ciento de las existentes hace 10 años. Y no es que nos inviten a volver mañana, es que nos obligan a no aparecer por allí. Si Larra levantara la cabeza se volvería a descerrajar la tapa de los sesos.