Pete Hegseth es el ex presentador de Fox News a quien Donald Trump quería poner a dirigir el Pentágono, a controlar la mayor máquina de guerra de la Historia. Ahora parece que se lo está pensando, alarmado por las historias de borracheras y abusos sexuales que han aflorado en las últimas semanas. Veremos qué decide finalmente
La figura de Hegseth es el síntoma más significativo de la transformación de la política de defensa en un campo de batalla ideológico. Hegseth no es solo un veterano de Irak y Afganistán, sino también un cruzado cultural. En su libro The War on Warriors, retrata al Pentágono como un bastión sitiado por un «confederación de radicales» que promueven diversidad, que amparan todo tipo de razas y feministas radicales. Esos males, dice, están poniendo en peligro la eficacia militar. Frente a ellos, aparecen seres varoniles y «normales» que tratan de evitar un colapso moral y operacional.
Lo curioso es que Hegseth y Trump parecen alineados en su diagnóstico del enemigo: no Rusia, no China, sino esos «enemigos internos». La batalla, dice Hegseth, ya está en marcha, y el bando conservador está perdiendo. Propone purgar el Pentágono de influencias progresistas, restaurar un enfoque meritocrático (definido según sus propios términos) y redefinir las reglas del juego militar.
Las propuestas de Hegseth están además plagadas de contradicciones. Denuncia el «despertar cultural», pero glorifica un modelo de masculinidad que parece sacado de películas de hace medio siglo. En su cabeza, los soldados son "hombres normales" que buscan heroísmo, una visión que excluye a mujeres y minorías de forma explícita. Critica a los generales que, según él, son serviles ante los políticos, pero defiende la intervención de Trump a favor de soldados acusados de crímenes de guerra. Y mientras pide fidelidad a la Constitución, no oculta su desprecio por normas internacionales como las Convenciones de Ginebra.
El problema es que, al presentar al Ejército como un campo de batalla cultural, Hegseth politiza una institución que tradicionalmente ha intentado mantenerse al margen de las luchas partidistas. Sus ataques a la diversidad y la inclusión ignoran que el Ejército estadounidense se sustenta hoy sobre esos dos pilares. Hay mujeres y hombres con antepasados latinos, africanos y asiáticos en todos los rangos de las Fuerzas Armadas. Al etiquetar a sus oponentes ideológicos como «traidores» en lugar de adversarios legítimos, contribuye a la erosión de las normas democráticas.