Subir a 20 metros de altura y reparar una línea eléctrica de 66.000 voltios sin cortar el suministro. Esto es lo que hacen las brigadas de trabajos en tensión, como este equipo de la empresa Eiffage Energía que tiene confiada la reparación y el mantenimiento de 3.900 kilómetros de tendido eléctrico en las provincias de Albacete y Cuenca propiedad de la empresa Iberdrola.
Una brigada que tiene la singularidad de integrar a una de las escasísimas mujeres que realizan este trabajo. «Ni una bombilla cambiaba yo en mi casa y ahora mírame», dice esta mujer de raíces cacereñas que prefiere salvaguarda su identidad, pero que se hace llamar Chispas, por aquello de la electricidad.
Su principal ocupación laboral siempre había sido la limpieza, hasta que la vida la trajo a Albacete donde se le abrieron nuevas puertas. Del Centro de la Mujer le ofrecieron hacer un curso de tendidos eléctricos en esta empresa, «soy sincera, al principio estaba porque me hacía falta el dinero», confiesa, hasta que este trabajo entre cables y voltajes la fue enganchando. Tanto que ahora se muestra de lo más satisfecha por pertenecer a esta brigada formada por otros tres hombres, un capataz y dos operarios más. «Siempre he estado muy bien, a ellos les debo todo lo que sé, me han enseñado el oficio» dice sin ocultar su gratitud. Un oficio que, por otra parte, no es nada sencillo. Trabajan con cables por donde circulan miles de voltios. Suficientes para achicharrar a cualquiera. El más mínimo error aquí, en este trabajo, se puede pagar muy caro. Su primer trabajo fue «en frío», como se dice en el argot del sector. Es decir, sin contacto directo con la corriente eléctrica. Tras seis meses de formación se quedó en la empresa y recorrió medio país tirando líneas, un trabajo duro pero muchísimo menos arriesgado. Hasta que un día se atrevió a dar el paso a trabajar «en caliente» y hasta hoy. Son ya 13 años de experiencia de trabajos en tensión (TET), que se dice pronto. Y sigue siendo la única mujer que se dedica a ello en nuestro país y probablemente la única que lo haga en Europa, aseguran desde Eiffage. Esta empresa intentó feminizar este oficio aunque no con mucho éxito. Formó a mujeres y llegó a crear una brigada de cuatro operarias, pero ninguna continúa en el trabajo.
El trabajo tiene su dureza. «Sostén esto», ordena a la periodista Julio Li, el capataz de esta brigada, mostrándole un aislante, una de esas piezas de cristal que se colocan en las torretas. Pesa varios kilos que hay que manejar trabajando en altura y sin cometer ningún error porque mientras se sustituye no se corta el suministro eléctrico ni mucho menos.
Un corte de suministro significa pérdida de dinero para las compañías y menor calidad en el servicio eléctrico que reciben miles de hogares, fábricas y oficinas.
Trabajar en tensión, en caliente, permite mantener las líneas y reparar averías sin que en nuestros hogares nos demos cuenta. Aunque no seamos conscientes de ello cuando accionamos el interruptor de la lámpara o ponemos a cargar nuestro teléfono móvil.
Esta electricidad, la que llega a nuestros hogares, tiene un voltaje de 220 voltios. Pero el viaje desde el centro de producción, da igual que sea un pantano, una central nuclear o una molineta de un parque eólico, lo hace a muy alta tensión, a decenas de miles de voltios. Las grandes autopistas de la electricidad, que son propiedad de la empresa Red Eléctrica Española (REE) llegan a alcanzar los 400.000 voltios. Una vez en nuestros hogares, en la fábrica o en la oficina el proceso de invierte, es decir, los transformadores reducen la tensión a 220 voltios para que sea más fácil de manejar.
Los trabajos en alta tensión, o muy alta tensión, se realizan con los mismos métodos. Son espectaculares esas operaciones que se hacen en el aire desde helicópteros con operarios que se llegan a colgar de las líneas gracias a la protección que les da un traje que actúa como si fuese la jaula de Faraday, hace que la corriente fluya sobre ellos. Este tipo de operaciones, muy extendidas en países como Estados Unidos, empezaron a hacerse en España a finales de los años 60.
Con los mismos principios, esta brigada hace trabajos en líneas de alta tensión, hasta los 66.000 voltios. Unas veces trabajan valiéndose de unas pértigas especiales con las que pueden manejar los cables sin tocarlos directamente, es lo que se llama trabajos a distancia. Aunque la mayoría de las veces sí que tocan el tendido, subiéndose hasta él con un camión que está equipado con un cesto especial, una barquilla fabricada en fibra de vidrio, que les permite subir hasta donde tienen que hacer el trabajo. «Es más rápido, y por tanto más rentable, trabajar con la barquilla que con la pértiga», aseguran. El camión, por tanto, es su principal arma de trabajo. El vehículo, en apariencia, se asemeja a un camión de bomberos, pero tiene un equipamiento especial. «Están aislados y valen un dineral, vienen de Estados Unidos, aquí no se fabrican», recalca el capataz de esta brigada, Julio Li Rodríguez, un cubano que aprendió el oficio en su país y que llegó hace casi dos décadas a nuestro país. Los otros tres integrantes del equipo, William Omar y Juan Carlos Umaña, son también de Nicaragua.
SEGURIDAD. Su equipamiento es básico. Los operarios van vestidos con monos ignífugos y cuando tienen que trabajar con el cable se ponen unos guantes de goma muy aparatosos pero que les aportan gran seguridad porque son aislantes. Antes de tocar la línea, además, avisan a la compañía eléctrica propietaria del cable para que active un sistema automático que cortaría el suministro en caso de que surgiese algún problema. Un seguro de vida en caso de que se produzca algún error del que más vale no tener que hacer uso.
«Si no te encuentras bien es mejor dejar paso a otro compañero», dice Chispa, que asegura no sentirse una heroína por hacer este trabajo en el que está todo muy sistematizado, «lo que no hago es ponerme en riesgo, por mi y por mis compañeros». El margen para la equivocación aquí no es muy amplio, por tanto, «mejor no ir con prisas», por muchas presiones que haya para reparar una avería o acometer una tarea con prontitud, añade su compañero Juan Carlos, «lo que no vamos a hacer es por dar la luz cuanto antes jugarnos la vida».
La rutina de su trabajo son tareas de mantenimiento que se hacen para mejorar las instalaciones de las compañías distribuidoras, que pasan por cambiar aislamientos o aparatos de maniobra que se han deteriorado. También se encargan de realizar trabajos de conexión a nuevas instalaciones que se ponen en servicio.
Otras de sus ocupaciones diarias es la realización de mejoras en las líneas. Desde hace años, trabajan con Iberdrola en el desarrollo del proyecto Star en la provincia, una iniciativa que pasa por automatizar las líneas de media tensión e instalar telemandos en los centros de transformación.
La sustitución de elementos en los tendidos más antiguos por otros que eviten la electrocución de las aves es otra de las tareas que tienen encomendadas, amén de las reparaciones de emergencia que surgen cada vez que hay una avería. Cables cortados por el viento, aparatos de maniobra rotos por rayos, árboles que caen sobre las conducciones o vehículos que golpean los apoyos, son algunos de los accidentes que pueden ocasionar problemas en el suministro eléctrico y que requieren de la actuación inmediata de una brigada TET para evitar molestias a los usuarios.