Mi idea fue la cercanía con el maestro

Sánchez Robles
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«La orientación profesional hacia la enseñanza se la debo a mi madre, que veníade una generación de profesores de distintas materias»

Fue inspector de educación con apenas veinticinco años, tal vez el más joven de España durante mucho tiempo en el inicio de esta responsabilidad en la que ha sido especialmente estimado por cientos y cientos de maestros. Inteligente, cercano con las personas, tremendamente sencillo y amable en el trato y en el trabajo, Gabriel Sevilla Saura (Ossa de Montiel, 30 de agosto, 1942) ha alcanzado en su dilatada etapa profesional un prestigio relevante en el mundo de la educación de la provincia. Eficaz en el trabajo, ordenado y constante, su paso por la inspección en el ámbito educativo ha dejado huella.

La vocación de maestro le viene sobre todo por su madre, Carmela, que perteneció a una generación de profesores, mientras que su padre, Ovidio optó por el trabajo en el comercio. El primer paso por un centro escolar fue lógicamente en su localidad natal  en el colegio Enriqueta Sánchez. «Fue una etapa muy bonita y sobre todo recuerdo el gran trabajo del único maestro que tuve, don Gabriel Molina Poveda, que además me preparó para el bachillerato elemental junto al cura del pueblo en el área del latín. Tuve muy buenos compañeros, Anselmo Trillo, Paco Avilés y Filemón Nieto. Hice el primer curso de bachiller con nueve años y luego el bachillerato superior en  el Instituto de Albacete».

Su valía, sus capacidades para el estudio han sido sobresalientes. Hay datos que lo demuestran, pues en el mismo año que realizó el Preuniversitario aprobó los tres cursos de Magisterio. Se inició así una carrera fulgurante en la enseñanza con sólo diecisiete años. Precocidad y agilidad en los estudios, como pocos.

«Mi primera escuela fue en El Salobre, donde conocí a Pepe Bono al que repasé clases de matemáticas y dibujo. En el curso 1959-60 me presenté a las oposiciones de magisterio y tras aprobarlas el primer destino provisional fue Albacete en un prefabricado de la Feria. Luego me trasladé a Barrax, al siguiente curso a mi pueblo donde estuve cuatro años. En ese tiempo estudié la carrera de Filosofía y Letras en la rama de Pedagogía por libre examinándome en Madrid. En el mismo año que terminé la carrera convocaron oposiciones a inspección y las gané».

Continuaba así esta carrera llena de contrastados éxitos, teniendo en cuenta la extrema dificultad entonces de unas oposiciones de inspector de educación, muy duras, durísimas.  Obtuvo su primera plaza de inspector en la comarcal de Hellín y a los seis meses pasó a la de Albacete. «En 1967 llegué a Albacete siendo inspector jefe José Costa, al que sucedieron en sucesivas etapas Marino Cuerda y Josefina Capilla», recordó Gabriel Sevilla, al que por sus méritos y su valía le nombraron inspector jefe en 1974 y posteriormente el ministerio de Educación del gobierno de la UCD le otorgó la responsabilidad de ocupar el cargo de delegado provincial de Educación hasta 1983, pasando tras cesar en esta dirección a inspector de zona hasta su jubilación. Total una carrera excepcional y extraordinariamente fructífera de cincuenta y tres años y diez meses. Excelencia en su trabajo. Cumplió los sueños de una familia docente, centrados en llegar a ser inspector. Más méritos.

En el devenir de todos estos años quedan vivencias imborrables, recuerdos, incluso nostalgias. Dio un sentido especial a la inspección educativa, de ahí que sea una referencia. Tuvo importantes consecuciones como la mejora de los edificios escolares,  pues había que ir eliminando las escuelas prefabricadas. «Encontré maestros de verdad, vocacionales y grandes profesionales. Mi idea fue estar cerca del maestro, ser un compañero más. Puedo decir con satisfacción que fui aceptado plenamente. Mi orientación como inspector ha sido siempre la de ayuda y asesoramiento», relató.

Esta forma de entender la vida y el trabajo le supuso generar afectos, que le vieran más como compañero, desterrando la figura del inspector lejano y que daba miedo. «Siempre quise ensalzar la figura del maestro y que fuera respetado por la sociedad y los políticos, de los que por cierto nunca he tenido ni problemas ni presiones». Se siente plenamente realizado y ahora especialmente feliz con su familia: su esposa, Josefina López, sus hijos Carmen, Josefina y Ernesto, el más famoso, y sus nietos, Carmela, Paula, Lucas y Marcos. Ha intervenido en algunas películas. Hablamos, como no se podía obviar, especialmente de su hijo Ernesto, licenciado en Bellas Artes, triunfador también. De todos se siente orgulloso. Gabriel Sevilla Saura ha dejado una estela importante en la enseñanza.  Su legado se entiende mejor con la idea de Henry Brooks Adams cuando afirma que «los profesores afectan a la eternidad; nadie puede decir el final de su influencia». Está claro que su vida y su obra ha tenido una influencia tan decisiva como trascendente. Maestro de maestros. Mucho, todo.