La rueda no para, estamos de nuevo en campaña electoral, convocados a una cita en las urnas y en la que lo que nos jugamos no es poca cosa; al contrario, por más que estas Elecciones Europeas que afrontaremos el 9 de junio se consideren en ocasiones como muy lejanas a nuestros intereses más cercanos y se conviertan en unas elecciones de segunda, no es éste el caso. Las grandes cuestiones europeas en estos momentos están muy cerca del ciudadano europeo y nos afectan directamente en nuestras vidas de tal modo que aportan a esta convocatoria electoral de una trascendencia muy superior a la de otras ediciones anteriores.
Europa está ante unas elecciones trascendentes y lo que resulte de ellas marcará el rumbo del continente en los próximos años. Nos jugamos mucho por ejemplo en reforzar la defensa de una Europa democrática que sea referente en el mantenimiento del estado de bienestar, del estado centinela de derechos y libertades y justo en un momento donde arrecia el mensaje que sostiene una ultraderecha al alza para desmembrar la hoja de ruta que refuerce los pasos que hasta ahora se han avanzado en la dirección de unidad y consenso para cumplir los objetivos por los que nació la Unión Europea. En esa trayectoria no es exagerado calificar esta cita electoral como la más exigente de cuantas hasta el momento se han celebrado. En los últimos años son varios los países que se han integrado, pero también hubo bajas, algunas tan importantes como la del Reino Unido. La guerra asoma a nuestras fronteras en Ucrania o en Gaza, y son realidades ante las que Europa no puede mirar hacia otro lado. De las urnas tienen que salir respuestas a tanto reto vigente.