Los independentistas de Junts han cumplido su amenaza y han frenado el primer paso por el Pleno del Congreso de la controvertida ley de amnistía. Al final no es el ruido de togas ni las manifestaciones reiteradas de la oposición las que han torpedeado la singladura apenas recién iniciada del camino legislativo a seguir; no, son los propios socios del Gobierno de Sánchez, socios poco fiables como se ve, los que han dado al traste con el camino previsto. Y cabe suponer que el Gobierno, ante este tropiezo, puede estar molesto y cabreado, pero no sorprendido pues andaba ya avisado, cuando no amenazado. A estas alturas de una casi recién iniciada legislatura el PSOE ya debe saber muy bien que la fiabilidad en ese socio es mínima y que resulta un compañero de viaje incómodo y capaz de hacer descarrilar en pleno trayecto el tren de esta legislatura tan compleja como imprevisible. Así, como no ha ocurrido nada que nos pueda sorprender, la norma volverá a la Comisión de Justicia del Congreso y se abrirá un nuevo fascículo del serial, para volver a Pleno antes de un mes.
             El retraso, que no la paralización de la polémica ley, que supone el fracaso de la votación de este pasado martes para el PSOE, exigirá un plan B por parte de los socialistas para quienes el nuevo marco en el que se representa la obra no debería suponer sorpresa alguna ni una situación inesperada, pues sería ingenuo pensar que el Gobierno sea ahora cuando ha descubierto la poca fiabilidad que ofrecen socios como Junts. Para el PSOE el problema no es de tiempo sino de imagen. Socios poco fiables solo conducen al desgaste político, que en un recorrido como este puede resultar tremendo.