El PP ha roto la regla no escrita de que solo la izquierda puede organizar manifestaciones, como si tuviera el patrimonio de ese tipo de protestas. Feijóo decidió hace unos días que era una indignidad que partidos independentistas que solo tienen un 6 por ciento de votantes, pudieran decidir el nombre del futuro presidente de gobierno y, lo más inaceptable, cambiar artículos del código penal, negociar la amnistía con condenados por sedición y desobediencia, repartir fondos a las autonomías condicionados por sus apoyo a Sánchez, y no aceptar que, como hasta ahora, pudiera gobernar la lista más votada. Ante esa situación, el líder del PP decidió convocar a todos los ciudadanos para que se manifestaran en las plazas más emblemáticas de las capitales de provincia, un hecho insólito que tuvo una respuesta superior a la que esperaban los organizadores.

Será difícil que Sánchez reacciones ante tanta multitud expresando su rechazo a unos acuerdos que le parecen alejados del espíritu y la letra de la Constitución, porque la soberbia del presidente le impide lo que tiene delante de los ojos, el rechazo hacia su persona. Pero los que todavía le apoyan y votan -cada vez menos, lo reconoce el propio CIS de Tezanos- se han quedado con la copla de que el gran embaucador, que es también el gran engañador, tiene pies de barro. Aguantará, pero…

Feijóo hizo hincapié en que las concentraciones no se habían hecho solo para votantes del PP, y lo puede confirmar esta periodista: en la Puerta del Sol vio a miembros destacados de Ciudadanos, a reconocidos militantes del PSOE y a seguidores de Vox que no disimulaban su derechismo pero se mostraron serenamente sensatos. Al menos en Sol, luego pensaban dirigirse a Ferraz, donde muestran menos madurez. Feijóo hizo un esfuerzo por distanciarse de Vox, en el fondo y en la forma.

El alcalde Almeida dijo algo que tenía mucho sentido: "Nunca ha tenido tanta importancia ser jefe de la oposición como en este momento". España vive los días más crítico de la democracia, y para parar los pies a un jefe de gobierno que no pone límite a sus concesiones a quienes están condenados por la Justicia, es indispensable un líder de la oposición que no se arrugue ante sus pactos y complots. Un líder que esté dispuesto, como dijo Feijóo, a acudir a los tribunales y a los organismos europeos para denunciar las iniciativas de Sánchez que le parecen inconstitucionales.

Sánchez será investido esta semana, solo un cataclismo podría evitarlo. Pero con las 52 manifestaciones le ha llegado un mensaje claro aunque no quiera escucharlo: le están abandonando parte de sus votantes y se le hará muy difícil gobernar porque incluso los socios que le apoyarán en la investidura anuncian que cada proyecto de ley habrá que negociarlo uno a uno.

Sánchez pierde crédito … y quizá llegue un día en el que no pueda mantenerse en Moncloa.