Llegó en el curso 1999-2000 como profesor de Fisiología en los estudios de la Facultad de Medicina, en pleno comienzo de la titulación en la ciudad de Albacete, tras cursar Medicina en Valencia y contar con una dilatada estancia pre y postdoctoral como investigador primero en Estocolmo (Suecia) y después en San Diego (California). Ahora Juan Llopis acaba de ocupar su sillón en la Real Academia de Medicina de Castilla-La Mancha, institución a la que espera aportar sus conocimientos en el campo de la investigación y como docente que es en las facultades de Medicina y Farmacia del Campus.
¿Qué supone su entrada en la Real Academia de Medicina de Castilla-La Mancha?
Es un gran honor, sobre todo por las personas que ya son académicos y académicas que son gente muy relevante y por ello me hace mucha ilusión estar en esta institución con ellos y aprender de ellos y ellas.
Atendiendo al título de su lección de entrada en la Real Academia, ¿qué supuso el descubrimiento de la proteína fluorescente verde y qué aplicaciones ha tenido?
Yo hice mi tesis en Suecia, en Estocolmo, donde me fui tras estudiar Medicina en Valencia. Al terminar los cuatro años y medio de mi tesis mi jefe me propuso realizar un buen postdoctoral y elegí un laboratorio de San Diego (California) donde estuve seis años y trabajé en este tema, por eso lo elegí para la charla.
Fue un trabajo muy importante, aunque realmente en medicina no ha tenido una aplicación clínica para enfermos, aunque sí constituye una herramienta muy importante en investigación biomédica. De hecho, fue tan importante este trabajo que a mi jefe americano le dieron el Premio Nobel en 2008, aunque yo ya estaba en Albacete por aquel entonces, pero el embrión fue ese tema lo inició el grupo en el que yo estaba, que tras mi marcha siguieron publicando más trabajos y estudios relevantes sobre esa materia.
¿Realmente ha ejercido alguna vez como médico o fue accidental su llegada a esta carrera?
No me he dedicado nunca a la medicina. En cuarto curso de la carrera empecé a colaborar con un laboratorio, que lo dirigía mi director de tesina en Valencia, porque cuando nos explicaba la asignatura de Fisiología nos daba alguna pincelada de lo que hacía en el laboratorio, de tal forma que me picó la curiosidad y a partir de cuarto curso me dejó ir a su laboratorio y empecé a colaborar con el grupo en las horas que no tenía clase ni prácticas, y ahí fue como me enganché a la investigación. De hecho, cuando acabé medicina no hice el MIR, sino que directamente me marché a realizar un estancia de investigación en Suecia.
¿Se ha arrepentido alguna vez de esta decisión?
La verdad es que no, y además cuando vine a Albacete, me incorporé en el curso 1999-2000, ya había iniciado su andadura la Facultad de Medicina, y como la asignatura que yo imparto es de segundo curso, coincidió con el segundo año de implantación de la titulación, y fue un curso muy bonito, y eso que no había nada montado a nivel de docencia ni de laboratorios.
Hubo que empezar de cero y supuso mucho trabajo, pero la verdad es que lo que tenemos hoy en día, esa impronta de la Facultad de Medicina, es lo que montamos unos pocos en sus inicios, y se nota las aportaciones de los que colaboramos en la organización de la docencia en esos primeros años, porque pudimos organizar las clases y las prácticas a nuestro gusto. Fue una tarea cansada pero ilusionante.
¿Qué líneas de trabajo desarrolla su grupo de investigación?
Seguimos trabajando en el tema de las proteínas, y utilizando las mismas hemos hecho sensores para medir la función y disfunción del corazón. Trabajamos con un modelo de embrión de peces cebra, un modelo animal que está tomando mucho impulso en los últimos años en investigación básica. El modelo de embrión de pez cebra que utilizamos en el laboratorio se presta para estudiar trastornos de la fuerza del corazón y también arritmias como es la fibrilación auricular.
Utilizamos los biosensores que trabajé en San Diego para estudiar sobre todo niveles de calcio que en el corazón es muy importante porque da lugar tanto a la frecuencia cardíaca como a la fuerza de la contracción cardíaca y en enfermedades tan frecuentes como la insuficiencia cardíaca el corazón late con poca fuerza y bombea poca sangre precisamente porque fallan los mecanismos de control del calcio.
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