Antonio García

Antonio García


Cocinar

24/03/2025

Hace muchos años, una marca de detergentes vaticinaba que el frotar se iba a acabar y ahora es el  presidente de Mercadona el que anuncia la desaparición de otra actividad casera como la de cocinar. Para el empresario, la cocina como ámbito privado de manufacturación de guisos tiene los días contados, y cifra en 2050 la fecha en la que la comida preparada sustituiría a la que mimosamente elaboramos en casa, un augurio que ha puesto en alarma al gremio de cocinillas, cuyo mayor reproche a la comida envasada, aparte de sus mejores o peores calidades, es que veta al consumidor el proceso de su preparación -no los ingredientes, que deben estar a la vista-, el paso a paso, la trabajosa alquimia que ha transfigurado sus componentes en el producto definitivo y milagroso que van  a llevarse a la boca. No han de extrañar esas quejas desde el momento en que la modesta artesanía de hacer la comida se ha convertido hoy en un espectáculo, un pretexto para el exhibicionismo y la competición culminante en la acción no de servir sino de «emplatar». Si la previsión de Roig conlleva la extinción de esas legiones de guisanderos estrellas que confeccionan sus platos a la vista de todos, no hay nada que nos pueda satisfacer más. El arte culinario, como el de la escritura (no en vano se habla de «la cocina del escritor») exige intimidad, ausencia de testigos. Así lo entendieron las grandes cocineras (nuestras madres, nuestras abuelas), que nos espantaban de los fogones cuando queríamos meter baza y terminaban disponiendo sobre la mesa la obra maestra de su esfuerzo invisible, sin alardeo y sin ramita de perejil postrera. Nunca preguntábamos cómo se había producido ese milagro: nos lo comíamos.

ARCHIVADO EN: Arte, Mercadona