La diputada popular en las Cortes de Castilla-La Mancha, Lola Merino, ha explicado en una carta abierta a la ciudadanía la enfermedad que ha pasado estos últimos meses y la ha mantenido retirada de la escena pública. Lola, tan guapa, tan rubia, tan lista, vio cómo la vida la frenaba en seco por estas cosas que a veces ocurren y nadie se explica. La enfermedad nos recuerda que somos mortales, no máquinas, y que debemos cuidar nuestro descanso casi tanto como nuestro trabajo. Ahora emerge la fiera de la Mancha y lo hace con ánimo, gusto y fuerza. Lo hace después de ver cómo el mundo le temblaba a sus pies y casi se resquebraja. Pero la vida es sabia y da más oportunidades. Ahora vuelve como un ciclón y sobre todo, con la humildad de contar su experiencia, la fragilidad, la condición humana, aquello que a todos nos iguala sin saberlo.
La enfermedad tiene mala prensa y por eso no sale en los periódicos. Pero todos los que hemos pasado por hospital en cama o acompañando, sabemos de la fragilidad de la vida. Nos creemos inmortales, pero en un soplo nos vemos sentados, chupando un palo sobre una calabaza, como cantaba Serrat. La vida es maravillosa y hay que saberla descubrir a tiempo. Lola lo ha hecho y la contempla tras sus gafas de pasta con ojos de colegiala, neófita, igual que si pisara por vez primera la vida. Porque cuando te ocurre una cosa de estas, cambia la percepción y el punto de apoyo. Aprendes lo que es verdaderamente importante y aspiras los aromas y las fragancias de la vida de otra forma, con otro estilo, en una manera diferente como hasta ahora. El diapasón es distinto y cambias la frecuencia. Afinas el instrumento más delicadamente para apreciar aquellas melodías que merecen la pena y distinguirlas de otras que desafinan. El aprendizaje diario de la vida, pero de golpe y porrazo en varios meses.
Los que somos amigos de Lola nos alegramos de su vuelta. Siempre he dicho que la persona está por encima del político y que esta profesión me ha permitido conocer personalidades que de otra forma sería imposible. Siempre me ha interesado el lado humano, porque todos somos mortales, de barro, con el corazón entregado en algún momento. Lola tiene además el colmillo retorcido; es de los míos, porque sin salsa la vida no vale nada. Es preferible equivocarse cien veces que no errar ninguna, pues no habrás vivido o te habrás aburrido solemnemente. Nos debe unas gachas donde ella diga. Y Dios dirá para lo que venga de fuera. Las nubes cubren el cielo, pero el sol siempre sale. El otoño dora la piel y las sienes, que si son rubias y plateadas, son todavía más bellas. La política sigue sus caminos y el corazón tiene razones que la razón no entiende. ¡Bienvenida, amiga!