A su abuelo, Domingo Cardero Prieto, funcionario en el Instituto Nacional de Previsión de Guadalajara, le gustaba tanto el periodismo que se escribía cada semana medio periódico Nueva Alcarria, firmando con una colección de sinónimos. Siempre, eso sí, con su libretita de notas y sin renunciar a su pasado falangista.
Su nieto, Nacho Cardero, heredó la vocación periodística del abuelo, pero en lugar de buscar la información en los mercados y pueblos de la Alcarria, lo hizo moviéndose por los centros de poder de la capital de España. Vamos, que eligió la prensa nacional, olvidando las libretillas y las primeras grabadoras de gran tamaño del abuelo y escribiendo ya las historias en ordenadores personales.
Director de El Confidencial desde el año 2011, después de haber trabajado en El Mundo y en el semanario La Clave, que dirigió José Luis Balbín, Nacho Cardero es un buen paisano y amigo que todavía no ha perdido la fe en nuestra profesión y que defiende su papel de control del poder, así como la libertad de expresión en una sociedad democrática. En definitiva, un buen profesional y mejor persona, curtido en la resistencia contra la presión de los poderosos.
Cuando quedamos a comer hace unos meses en Guadalajara, junto a nuestro común amigo Pepe Morales, me pasó el borrador de un capítulo del libro Aquello que dábamos por bueno (Editorial Espasa), que acaba de publicar y que ayer presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, para que le diera mi opinión. El episodio, titulado Las segundas oportunidades, es un retrato sincero y valiente de su ciudad natal y de su familia. Cardero describe con emoción contenida la desgracia y la mala suerte de su padre, fallecido por culpa del maldito virus, después de haber luchado y vivido muchos años con un corazón trasplantado.
Las reflexiones de este periodista alcarreño sobre las grandes tragedias y los cambios sociales de los últimos años nos ayudan a entender el tiempo en que vivimos y nos llevan a la conclusión de que somos absolutamente vulnerables. «Nuestro mundo, como nuestras vidas – escribe Cardero – es arbitrario, frágil, susceptible de verse sacudido por cualquier acontecimiento imprevisible». En definitiva, que «aquello que dábamos por bueno» se nos ha venido abajo sin previo aviso.
El periodista Nacho Cardero ha sido testigo directo de algunos de esos desgraciados acontecimientos. Y, como espectador privilegiado, deja constancia de sus impresiones. También, como es lógico, reflexiona sobre los medios de comunicación, asumiendo los errores y subrayando el nivel de exigencia y responsabilidad que tenemos los profesionales de la información en una sociedad democrática cada día más enfrentada.
«Nuestra misión consiste en poner en tela de juicio hasta lo evidente, ejerciendo una labor de vigilancia constante sobre la sociedad para que huya de la indolencia y la aceptación sumisa», afirma Cardero.
Difícil tarea, con lo que está cayendo.