Emotivo homenaje a Pepa García Lorente

Emilio Martínez
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Compañeros, entre ellos la exministra Pilar Llop, recordaron su calidad profesional y humana

Un momento de la intervención de Engracia García, hermana de la homenajeada. - Foto: Emilio Martínez

Emoción y lágrimas, a duras penas contenidas por todos los asistentes, fueron denominador común en el reciente homenaje póstumo que el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) celebró a la colega Josefa García Llorente, por desgracia fallecida a principios de este año. «Estamos agradecidísimos por este acto donde hemos visto el inmenso cariño que tenían todos, los que más la conocían y los que menos, pero a los que había llegado su ejemplo», cual coincidieron sus dos hermanos Engracia y Pedro presentes en el evento. Celebrado en el amplio salón de actos de la sede de la entidad, con absoluto lleno de dirigentes y compañeros en este tributo a la albaceteña de la localidad serrana de Paterna del Madera, donde nació con grandes problemas de movilidad en las manos y en los pies, que no tenían solución. Unas dificultades a las que hizo frente con ejemplaridad y sin que le lastraran en sus estudios y en su posterior ejercicio de la profesión.

Un acto que a lo largo de su desarrollo, cercano a las dos horas de duración, fueron tomando la palabra sin solución de continuidad varios importantes abogados y juristas, entre ellos María Pilar Llop Cuenca, exministra de Justicia, y se anunciaron algunas medidas en recuerdo de Josefa-Pepa, como era el apelativo cariñoso con que se la conocía en los ambientes profesionales de la capital de España- que ya se quedarán para siempre.

«No cabe duda de que Pepa, nuestra Pepa, ha sido una de las compañeras más queridas y ejemplares en la profesión», comentó de inicio a la reunión Lola Fernández, diputada de la Junta de Gobierno del Colegio, en su intervención de bienvenida a esta ceremonia en la que con posterioridad hablaron también los abogados Antonio Ortiz y Nacho Ugarte, igualmente compañeros de la homenajeada, así como José Ángel López Cabezas y Elisa Ledesma Rubio y el actual decano de la abogacía madrileña, Eugenio Ribón, quien fue el encargado de la lectura de la laudatio.

«Aunque ella ya no está físicamente con nosotros, su espíritu, su legado y su pasión por la justicia siguen muy vivos, y así seguirán, en cada rincón de este Ilustre Colegio y en los corazones de quienes tuvieron el gran privilegio de conocerla y trabajar a su lado», afirmó. Después pasó a recordar la ejemplar trayectoria profesional y los muchos méritos y reconocimientos que recibió la homenajeada. Añadiendo que, entre otras cosas siempre ejemplares, lo que verdaderamente la definía eran «las innumerables historias que reflejan su humanidad, su ingenio y su capacidad para ver soluciones donde otros ven problemas». 

Haciendo referencia de inmediato, y para concluir su aplaudida intervención -al igual que ocurrió con todas y cada de las mismas-, a una frase de la que ella era autora y, cual subrayó el decano, reflejaba su enfoque positivo y proactivo ante los desafíos: «No tienes un problema, tienes quince soluciones esperando a que las encuentres».

No olvidó mencionar el acuerdo de Corporación de la Junta de Gobierno del Colegio del pasado 25 de enero -la primera que se celebró tras el fallecimiento de Pepa- concediéndole la Medalla de Honor, a título póstumo. Fueron los hermanos de la homenajeada los que la recogieron en uno de los momentos de mayor emotividad del acto. Porque, además, sonó como fondo una de las canciones favoritas de la albacetense, Si se calla el cantor, de Mercedes Sosa. «Por cierto que este tema también sonó cuando tuvo lugar su entierro en el pueblo, a petición de muchos de los compañeros que viajaron expresamente desde Madrid para, con su presencia en el mismo, darle su postrer adiós», según cuenta su hermana a La Tribuna.

De similar guisa de profunda admiración y más o menos disimulada emoción fueron el resto de las siempre compulsivas intervenciones del resto de los miembros del Colegio presentes en la cita. También se pronunció así la exministra de Justicia, quien recordó que, tras terminar la escuela judicial, hizo las prácticas en el madrileño despacho de Pepa. Algo que de manera indudable le había dejado profunda huella personal y que siempre recordará. En las cariñosas y admirativas palabras de Pilar Llop, la extitular de Justicia definió a la de Paterna del Madera como «una entrañable y apasionada abogada de intachable profesionalidad».

En el escenario cuidadosamente montado para este homenaje había dos pantallas grandes con dos de los cuadros de los que era autora Pepa -también artista, aunque por sus deficiencias físicas los pintaba con la boca-, y una foto de ella encima de un centro de flores. En esas pantallas se iban pasando continuamente otras fotos de la abogada y el artículo que tras su fallecimiento publicó La Tribuna en el que entre otras cosas se anunciaba este acto, aunque por entonces no tenía fecha fija.

varias placas. Además de la medalla, otras de las notas positivas, y emotivas, de cara al recuerdo de ella en el futuro, y no sólo en el Colegio, fueron, por una parte, el anuncio igualmente de que se va poner una placa con su nombre en el Servicio de Orientación Jurídica (SOJ), que ella creó. Y, de otro lado, que también a partir de ahora la Sala de Togas de los Juzgados de lo Social, en los que igualmente dejó importantísima huella profesional y personal, va a llevar su nombre y se instalará otra placa a la entrada.

Tanto en algunos de estos círculos profesionales, como en los más allegados personales, siempre se destaca la impagable labor de su hermana Engracia, maestra de profesión desde que sacó el título en la Escuela Normal de Magisterio de Albacete con la que vivía desde que, siguiendo su consejo y para que no se perdieran las posibilidades que apuntaba, la sacó de Paterna del Madera para llevarla a Madrid a fin de que estudiara una carrera que le gustara. 

Una especie de voluntario sacrificio en detrimento de su propia existencia, por lo que no es de extrañar que con toda razón y fundamento Pepa la denominara como su ángel de la guarda, por esta singular entrega durante toda su vida en ayudarle para que a pesar de los problemas de movilidad de Pepa, lograra llevar a cabo con brillantez su profesión.

Engracia, que nunca alardeó de esa maravillosa labor quitándole importancia, comentó tras el acto a La Tribuna que en el desarrollo del mismo logró a duras penas no echar muchas lágrimas. Pero que tras el homenaje llegaba la vida habitual: «Su ausencia es cada vez mayor, y bastante lloro en casa por no poder compartir ya con ella los diferentes temas de actualidad y las cosas normales de las que hablábamos día a día».