La escabechina urbanística perpetrada por la acorazada de la especulación sobre el Albacete de los últimos 60 años se ha llevado por delante gran parte de la personalidad de la ciudad. Para la vergüenza visual de Albacete, ahí quedan dos solares sin edificar que son un testimonio de la amputación de aquella armonía que tuvo nuestra capital. Uno lo encontramos en el inicio de la calle Zapateros, a la izquierda. Desde La Clá ya denunciamos la ausencia de su protección que permitió su derribo en la legislatura municipal anterior. Esa amputación, aún no rellenada por una nueva edificación, ha dejado a la desfigurada calle de Zapateros con aspecto desdentado. Aquel edificio singular era el edificio de doña Carmen Lozano, ilustre catedrática de lengua inglesa del Instituto del campo de fútbol. En los bajos estuvo la concurrida y angosta cafetería Manila y más tarde ocupó el bajo una panadería. En el edificio vivió hasta su muerte, don Paulino Tercero Blázquez, junto a su hija, mi querida amiga Amada. El otro solar de la vergüenza está en la también desfigurada calle Mayor, frente a la entrada del Pasaje de Lodares, y fue el de la entrañable Sombrerería Mateo que regentó, en el número 21 y hasta 1986, la familia Mateo Rodenas. Hoy, una de sus descendientes, Dori González Mateo, es una de las mejores cronistas históricas de nuestro Albacete. Uno recuerda pasar y pasear ante la sombrerería de Mateo y ver aquellas cajas sombrereras apiladas en estanterías de madera. Sobre los mostradores o veladores se desplegaban sombreros cordobeses, de Panamá, pamelas, tocados, chapelas o boinas. En el número 7 de la misma calle Mayor, al lado de Almacenes Paños, estaba la Sombrerería Tornero, más popular. Pasaron los tiempos de llevar, con educación y señorío, la cabeza cubierta y ambas sombrererías cerraron. Nos duele pasear por la arteria femoral de Albacete y ver esos dos solares desolados. Desde aquí urgimos al Ayuntamiento para que con las respectivas propiedades encuentren una solución y así se suture esa doble herida causada por la metralla de la especulación y el caos urbanístico que machacó al Albacete de mi infancia y juventud.