El PP tiene su estrategia de campaña más perfilada que el PSOE. La prueba es que ha designado a los encargados de dirigirla encabezados por el número tres del partido, Elías Bendodo, que ya llevó al triunfo a su partido en las elecciones andaluzas y en las del pasado 28-M. Tratarán de estirar la "derogación del sanchismo" y en el riesgo de otro "gobierno Frankenstein" y a esperar otro error no forzado del PSOE como las listas de EH Bildu, y no cometer errores propios, además de ocultar lo evidente si no alcanzan los 160 diputados que les permitirían gobernar en soledad, que ya se ha puesto en circulación desde determinadas terminales demoscópicas, el pacto con Vox. Luego el propio Núñez Feijóo podrá rebajar las expectativas para que el triunfo sea más resonante o cubrirse las espaldas para animar que la movilización de su voto no decaiga, pese a la fecha de las elecciones, considerando que el recuerdo del voto va a realizar su trabajo. La campaña tendrá como base la petición del voto útil, santo y seña del bipartidismo y banderín de enganche para los votantes que no quieren sobresaltos, y que desean que el líder popular alcance una mayoría suficiente que le permita gobernar en solitario.
En el PSOE, sin embargo, no han decidido todavía cuál será el tenor de su campaña electoral. Tiene una panoplia sobre la que elegir pero en los últimos procesos electorales no ha dado con la tecla que le permitiera derrotar a su adversario. Utilizó el miedo a que viene la ultraderecha en Andalucía y el PP logró la mayoría absoluta, quizá por ese mismo temor. En las pasadas elecciones nacionalizó la campaña, utilizó el BOE –ahora no podrá hacerlo- y trató de resaltar la labor económica y social realizada por el Ejecutivo y el mensaje cayó en terreno baldío, quizá porque la economía solo juega en las elecciones cuando va mal y se puede acusar al gobierno de turno de no haber sabido enderezar su rumbo, mientras que se considera que salvar la crisis, crear empleo, mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía es su obligación. Así, los estrategas de la campaña socialista tendrán que elegir entre distintas alternativas, La primera opción es intentar realizar una campaña "en positivo", reiterar los éxitos del gobierno de coalición, sobre todos los conseguidos por la parte socialista. La siguiente es elegir entre moderación o radicalización. A favor de la primera juega que uno de los dirigentes que ha logrado salvar su presidencia, el castellano-manchego Emiliano García-Page, tiene ese perfil y que los votantes de la izquierda del PSOE que se han quedado en su casa, y a los que pretende movilizar Yolanda Díaz, difícilmente van a votar al PSOE, como tampoco lo harán los huérfanos de Ciudadanos. Por su discurso de hace una semana a sus diputados y senadores pareciera que Pedro Sánchez se inclinaría por acentuar los rasgos izquierdistas del PSOE. Además, tendrán que tratar de conjurar el antisanchismo centrado en su persona, y por supuesto llamar al voto útil bajo la perspectiva del fracaso de quienes están llamados a ser sus socios y que no cumplieron sus expectativas el 28-M, porque Sumar se ha convertido en otro adversario.
Vox no tiene que hacer nada más que lo ha venido haciendo a hasta ahora, mientras que la primera obligación de Sumar es convencer a la ciudadanía de que, además de querer reeditar el gobierno de coalición, no se va a convertir en una jaula de grillos el 24 de junio.