Como todos los músicos, John Lennon tenía un instrumento favorito. Se trataba de una guitarra eléctrica de la marca norteamericana Epiphone, en concreto un modelo tradicional de caja hueca denominado Casino. Paul y George compraron instrumentos iguales en su momento, pero la de John era distinta, pues él hizo que le lijaran el barniz oscuro que la cubría para dejar expuesto el color natural de la madera. Con esta guitarra John Lennon grabó sus canciones más memorables de la última época de los Beatles y de sus años en solitario. Es la guitarra que lo vemos tocar en el celebérrimo concierto de la azotea, la última aparición pública de la banda en directo, en la que interpretaron temas como Get Back y Don't Let Me Down. Tras el asesinato de John, la guitarra quedó en posesión de sus herederos, pero mis últimas noticias son que estuvo expuesta en el Rock And Roll Hall of Fame de Cleveland, Ohio, aunque no sé si de forma temporal o permanente. En mi última novela publicada (Hey Jude: En busca del disco perdido de los Beatles) imagino un destino distinto para esta guitarra. Los instrumentos musicales cambian de manos con facilidad, y muchas veces viven vidas más largas y aventureras que las de sus dueños. ¿Y si John se la hubiera enviado a McCartney poco antes de su muerte como gesto de buena voluntad? ¿Y si, décadas más tarde, Paul se la hubiera cedido a un amigo propietario de una tienda de discos en Los Ángeles? ¿Y si la sobrina de este amigo la hubiera «tomado prestada» para un concierto y por accidente hubiera encontrado en su interior un documento manuscrito de Lennon, una especie de mapa del tesoro? ¿Y si el tesoro fuera un álbum inédito, nunca publicado, de los Beatles? La imaginación se dispara. Si les apetece saciarla, les espero el próximo lunes, a las 19 horas, en la Sala Pepe Isbert del Teatro Circo.