Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


‘El odio’

04/04/2025

La mayoría moral ha emitido su veredicto: el libro de Luisgé Martín sobre el asesino José Bretón ha muerto antes de nacer. Y la sentencia más severa no ha sido la de la justicia (recordemos que un juez autorizó su lanzamiento), sino la de un amplio sector de la sociedad que ha condenado el libro sin haberlo leído. A pesar del prestigio de su autor y de la editorial que lo publicaba, fueron numerosas las librerías que anunciaron el boicot -o secuestro, según se mire- al libro incluso antes de su distribución. Finalmente, como no podía ser de otro modo, la propia editorial Anagrama decidió suspender la publicación sine die, con lo que oficialmente el libro pasa a mejor vida. Antes de que esto último se supiera, acudí a una librería para interesarme por el título. Me dijeron que no iban a venderlo, no sin antes preguntarme si era una broma y mirarme como si acabara de solicitar que me suministraran una obra pornográfica. Y yo me pregunto qué diferencia hay entre este caso y el del hijo de Rodolfo Sancho, asesino confeso amén de descuartizador, sobre el que se han realizado documentales y se ha publicado un libro que se vende sin problemas en las mismas librerías que han vetado el libro de Luisgé Martín. Un funcionario de prisiones que conoció a Bretón me reveló que el fulano de marras es un tipejo de lo más normal. ¿Cómo alguien así pudo perpetrar un crimen tan atroz? Quizás Luisgé Martín buscaba responder a esta pregunta, igual que Emmanuel Carrère en El adversario, su crónica de otro crimen horrendo cometido por un hombre aparentemente normal. Ambos casos exploran los límites de la condición humana, el abismo al que preferimos no asomarnos. Sin embargo, la buena literatura nunca ha sido cómoda ni complaciente, sino profundamente perturbadora. Aunque quizás no tanto como este gazmoño ejercicio de censura colectiva ejercida por una sociedad que alardea de libertades, de tolerancia y de valores democráticos.