La pasada semana, con motivo del día del libro, la SER pidió una recomendación a los famosos. Uno de ellos era el presidente del Gobierno, que incapaz de decidirse por un solo libro, eligió dos. Y no satisfecho con ese desparrame se atrevió a recomendar otros dos, con la pequeña aclaración de que aún no los ha leído pero piensa hacerlo en «las próximas semanas o meses». Nos recordaba un poco a la niña de La Codorniz que no solo se sabía los días de la semana, sino los de la semana siguiente. O a ese personaje de Mihura que al añadir un disco a su colección aseguraba que con ese ya casi tenía tres. Ignoramos la cadencia de lectura de Pedro Sánchez, pero si uno tiene que echar mano de virtualidades para rellenar una lista es porque los libros que ha leído de verdad no le han gustado o porque solo ha leído, efectivamente, dos. ¿Y cuáles son esos libros? De los cuatros que cita como leídos o preleídos, dos son ensayos sobre inteligencia artificial y otro una novela vinculada a la ciencia, lo que permite hacer una radiografía del personaje en tres trazos, a saber: que a nuestro presidente le va más la inteligencia artificial que la inteligencia a secas, que no parece interesarle mucho el pasado (no aporta clásicos), y que podría ser un perfecto componedor de solapas, ateniéndonos a las banalidades en que cifra sus elogios (quizá producto de una inteligencia artificial algo mema). Tenemos así a un presidente muy inquieto culturalmente, que casi escribe libros, que casi los lee. La broma fácil sería decir que también casi gobierna -cuando escribo esto ignoro si habrá dimitido-, pero eso no es ninguna broma.