Los datos no mienten, los hasta hace poco populares Playmobil son ya un símbolo de la juguetería de antaño. De hecho los conocidos muñequitos y sus incontables complementos son hoy más apreciados por padres nostálgicos que por los niños de esta época de vídeos reinando en el universo de los juegos. Con la realidad como columnas que sostienen el mundo infantil de hoy, absolutamente diferente al de ayer, leemos con tristeza que después de medio siglo de vida la firma Playmobil cierra su fábrica de Onil, población del denominado Valle del Juguete, en tierras alicantinas donde se concentra buena parte de la industria juguetera existente en España. De las naves de fabricación no quedará nada y sólo se mantendrá la planta de distribución para España y Portugal tras la decisión tomada por la firma matriz, con sede en Alemania por más señas, y que es desde donde se toman las decisiones que a la vista de la caída de ventas de juguetes clásicos de los últimos ejercicios y el hundimiento del mercado español, y con rigor teutónico, no han dudado en adoptar.
Los niños ya no juegan con las manos para dotar de movimiento a los soldaditos de plástico, ya sean legiones romanas o tropas napoleónicas, ni usan la imaginación para asaltar el castillo de Camelot o surcar utópicos mares con el barco pirata de Playmobil. Los videojuegos son más cómodos y no sólo han conquistado el presente, es que ya han decantado el futuro. Nuestros niños jugarán no con los roles de los recuerdos de los padres, sino con las modas que impondrán las tendencias de las nuevas tecnologías. Hace años los soldados de plástico derrotaron a los soldaditos de plomo. Hoy la revolución es otra.