La reunión mantenida el pasado viernes por Pedro Sánchez y Emiliano García-Page puso en el candelero el concepto de "riqueza nacional", de gran y grave resonancia. Al hilo de lo dicho por el presidente de Castilla-La Mancha, la riqueza de Cataluña no es solamente de los catalanes, es de todos. Es una riqueza labrada por el esfuerzo de generaciones de españoles, catalanes de siete u ocho apellidos y otros que fueron allí a trabajar, en el seno de un mercado único español sin barreras ni fronteras. Más allá de otras consideraciones de tipo histórico o sentimentales, este argumento es suficiente para desmontar el sinsentido de lo que pretenden los independentistas catalanes: lo podríamos llamar el vaciamiento dela riqueza nacional, compartimentándola en diecisiete riquezas regionales con una difusa y confusa cuota de solidaridad. En cambio, la historia de España nos demuestra que todo lo que no sea caminar hacia la unidad es un fracaso cuando no una catástrofe; incluso se podría plantear esa unidad sobre bases de federalismo, pero lo que proponen los independentistas es todo lo contrario: un desbarajuste, un desguace y finalmente la ganancia de los aprovechados pescando en el río revuelto que es de todos: ese río es la riqueza nacional.
El concepto de vaciamiento de la economía nacional liga bien con el de España Vaciada que, sin embargo, no consigue poner a todos de acuerdo en cuanto concepto si bien las políticas contra la despoblación suelen ser bastante transversales. El hecho es incuestionable, pero hay discusión sobre la forma de tratarlo. Si decimos "vaciada" aludimos a unas causas, algo que ha provocado la calamidad. Si decimos vacía, sin más, estamos describiendo un hecho, aunque de una forma un poco confusa. Si decimos despoblada describimos lo que ocurre, sin ninguna otra pretensión.
La financiación singular es la nueva piedra de toque para el vaciamiento de la riqueza nacional y para la llamada España Vaciada. Siendo objetivo, el único motivo para establecer una financiación singular sería la despoblación de amplias zonas de nuestro territorio donde resulta más costoso prestar los servicios básicos y constitucionales (educación, sanidad, seguridad etc) a los que tenemos igual derecho todos los españoles por igual con independencia del lugar donde residamos. La despoblación es un criterio objetivo para establecer financiaciones singulares; el chantaje en base a ambiguas cuestiones identitarias que desembocan en nacionalismos excluyentes no es un criterio para nada, es un despropósito que conduce al vaciamiento de la riqueza nacional, que a todos nos pertenece, y también, por cierto, a seguir maltratando a la llamada España Vaciada.
Las plataformas políticas de la España Vaciada no cuajan. Los chiringuitos en torno a la despoblación en busca de captar subvenciones son múltiples aunque es cierto que hay quijotes y quijotas empeñados en llenar de vida nuestros territorios despoblados con iniciativas audaces, emprendedores que merecen un monumento en la plaza del pueblo. A nivel gubernamental, lo más destacado que se hecho ha sido la ley contra la despoblación de Castilla-La Mancha, aprobada en las Cortes por unanimidad, y que ha sido la base para que esta región se haya convertido en un referente en la lucha contra la despoblación. Pedro Sánchez comenzó "vendiendo" su interés por el mundo rural pero había en todo ello más escaparate que realidad. Solamente la acción voluntariosa de personas como Francés Boya al frente de la Secretaría para el Reto Demográfico pueden salvar algo la cara de este gobierno en esta materia. Un gobierno, por lo demás, con un presidente empeñado en seguir a toda costa. A costa del vaciamiento del desguace de la riqueza nacional, troceándola al margen de los mecanismos que establecen que lo que se produce en España, en cualquier lugar del país, es de todo los españoles, con sistemas de redistribución según las necesidades. La España más necesitada es la vaciada, de lo que se deduce que el vaciamiento de la riqueza nacional es un ataque en la línea de flotación de la España vaciada que ahora tímidamente, a través de asociaciones que buscan reverdecer laurales, anuncia movilizaciones como aquella que condujo en 2019 a la llamada revuelta de la España Vaciada.