La Feria Taurina de Albacete finalizó ayer con un festejo atípico para poner el broche al serial de la capital, una novillada de la Escuela Taurina, con tres alumnos albacetenses y otros tres foráneos que se midieron a erales de El Retamar, en lo que fue un festejo entretenido y con muchos momentos de interés sobre el ruedo, ante un público que llenó un cuarto de plaza sobre el aforo permitido y donde no faltó la lluvia, que cayó con más intensidad en el ecuador de un festejo en el que, por segundo día consecutivo, no hubo parón para regar el ruedo y, de paso, merendar, algo que uno todavía uno no se explica cómo pudo hacerse -lo de merendar- las seis primeras tardes con la obligatoriedad del uso de la mascarilla.
exquisito postre. No se degustaron alimentos, aunque los asistentes si pudieron saborear buenos pasajes de toreo de los jóvenes aspirantes a matadores de toros. El que más sació a los presentes fue Tristán Barroso que, al actuar en último lugar, ofreció un exquisito y rico postre, del que ya anticipó algo en el ajustado quite por chicuelinas que le hizo al quinto de la tarde. Ya con el eral que le correspondió en suerte puso sobre la mesa ingredientes de mucha calidad, como las verónicas de recibo, rematadas con una media con mucho gusto. Brindó al público y, tras un trasteo inicial a media altura, se sucedieron las series con la mano derecha, con mando, muletazos largos y templados. En el toreo al natural, los primeros compases, con un toro más protestan por ese pitón, fueron menos lucidos, pero después se sucedieron series con más poderío, temple y gusto en los remates. Fue una faena intensa, finalizada con unas ajustadas manoletinas y con la rúbrica de una buena estocada que no sólo le valieron las dos orejas del buen ‘núñez’ y la salida en hombros, sino también para hacerse con la muleta que la Plataforma Somos Cultura puso en juego.
El albacetense Alejandro Quesada también cuajó una notable actuación, desde los lances iniciales a la verónica, con media mirando al tendido, hasta los últimos compases de su faena de muleta, con oficio, andando bien en la cara del toro y ligando las series por ambos pitones, con mando y temple, gustándose por momentos. La estocada le quedó trasera y desprendida y, aunque el respetable pidió las dos orejas para premiar su labor, el presidente sólo le concedió una.
Francisco José Mazo realizó una faena que fue de más a menos al tercero de la tarde, acompañada por la lluvia que comenzó a caer sobre el ruedo albacetense, con buenos pasajes, sobre todo en el toreo con la mano izquierda, con la que dejó templados naturales, dentro de una faena en la que demostró sus ganas y su firmeza, dejando la sensación de un alumno con buen gusto y con camino por recorrer. Tras media estocada y una entera despachó a su enemigo y paseó una oreja.
El tercer albacetense en discordia fue Pedro Monteagudo, quien abrió plaza y se midió a un eral blando y manejable con el que no terminó de acoplarse por el pitón derecho, pero que tuvo pasajes más intensos con la mano izquierda y entrega en la recta final, con un astado más parado y al que quiso sacarle toco lo que tenía. No estuvo certero con los aceros y su labor fue ovacionada por el respetable.
El valenciano Nek Romero fue el otro triunfador de la tarde, ya que también paseó dos orejas de su enemigo y acompañó en la salida en hombros a Tristán Barroso, aunque tras una actuación con menos brillo que la del pacense. Nek Romero también dio muestras de ser un alumno más rodado, con más rodaje que algunos de los que le acompañaron ayer, con buenos detalles, pero que no terminó de romper en su faena, desigual y con demasiados altibajos. Dejó una estocada desprendida y tuvo como premio dos orejas que auparon a una triunfal salida en hombros.
Completó la lista de alumnos El Ceci, de Castellón, que con uno de los mejores novillos de la tarde no pasó de algún apunte en una faena que fue de más a menos y en la que, además, estuvo poco tercero con el manejo de los aceros. Su labor fue silenciada.