Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


El infierno está en la tierra

16/10/2023

Estoy de acuerdo con el Papa Francisco con que en el otro mundo no existe el infierno, porque donde está es en la tierra. Muestra su faz terrible muchas veces, sobre todo en guerras y genocidios. La Segunda Guerra Mundial fue el gran infierno de la existencia. También está en cualquiera de los hacinamientos de la gente que el destino ha tirado a la cuneta, donde el hambre nutre la miseria cotidiana del vivir. 
El infierno arde en Gaza. En toda Cisjordania desde que comenzó esta locura de la sangre entre palestinos e israelíes. Una relación en la que el camino de la guerra siempre se impone porque hay quien justifica la matanza de civiles, de niños, como necesaria para su objetivo. Y eso que al principio, cuando aún Gaza pertenecía a Egipto, Naciones Unidas propuso el camino del diálogo. Pero ganó la vía de la guerra. El infierno se extendió por la zona. Ahora quema Gaza, una pobre tierra con una densidad de más de 5.000 personas por kilómetro cuadrado. Un hormiguero oscuro lleno de dolor y sangre. Una amarga sombra de la vida que se extiende por demasiados rostros.
Después de la Primera Guerra Mundial los británicos tomaron el control de la zona habitada por una minoría judía y una mayoría árabe. La comunidad internacional pidió al Reino Unido que allí estableciera un «hogar nacional» para el pueblo judío. Entre 1920 y 1940, muchos llegaron huyendo de las persecuciones en Europa y el Holocausto. En 1948 Israel ganó la Guerra de la Independencia y ocupó el 77 por ciento del territorio. En 1967, tras la Guerra de los Seis Días, ocupó la totalidad del Gaza y Cisjordania. Cinco millones de palestinos (10 según la OLP) adquirieron la condición de refugiados y jamás aceptará Israel que vuelvan a su tierra. Solo tienen el derecho a una vida miserable.
Este es el fondo. Por supuesto, no justifica a Hamás, el mayor enemigo de los civiles palestinos, porque con su inmensa crueldad da alas a los extremistas judíos que solo desean la desaparición de cualquier derecho palestino a vivir en su tierra. Y eso que la ONU, en 1947, ya propuso la creación dos estados y el control internacional de Jerusalén, ciudad que es sagrada para cada uno de los bandos. También en 1993, en los Acuerdos de Oslo, se firmó lo mismo. Enseguida el camino de la guerra hundió cualquier perspectiva de paz. 
Ante tanta sangre inocente la voz de los extremistas de ambas partes sigue clamando guerra. Ellos se necesitan, porque cada uno justifica la existencia del otro. Incluso ya parece imposible que allí pueda haber dos estados. La verdad es que la única solución es que haya un solo estado en el que se respeten y convivan diversas nacionalidades y religiones. No hay otra solución. Pero, para eso, queda demasiado tiempo. Mientras tanto, el infierno eleva sus llamas al cielo.