Dije en un artículo que soy lector de poesía. Fue de los más celebrados. Enseguida varias legiones de poetas se acercaron a mi casa ofreciéndome sus obras. Les pregunté por el motivo de mi elección entre tantos lectores. Me respondieron que no había tantos lectores, que se habían acabado y yo era el único lector de poesía que quedaba en el mundo. Por ello, me dijeron a coro, que mi obligación era leerme los poemas de todos los que allí estaban y después de los que no estaban. ¿Para qué sirve la poesía si no hay lectores salvo para un onanismo mental?, dijo uno mostrándome un libro que se llamaba Aquí estoy yo y otros poemas.
Ni en mil vidas podría leerme todos vuestros versos, les dije a los poetas. Eran una multitud que se perdía al fondo de la calle. Al escuchar mi negativa lloraron desconsolados. Un poeta mozalbete intento un réquiem, pero lo callaron diciéndole que el único lector del mundo o era para todos o era para nadie.
Entonces me propusieron que leyera al menos un poema de cada poeta. ¡Ni así me llega en esta vida!, les respondí. ¿Y por qué no les un solo verso?, gritó un poeta pálido desde el núcleo de la multitud. Blandía un libro titulado Llanto por una bolsa de canicas. Así tampoco, insistí, sois demasiados, no creo que exista poesía en este mundo para tantos poetas.
John Keats decía que lo menos poético de la poesía son los poetas. ¡Pues lee una palabra!, gritó otro mientras me lanzaba su libro. Se titulaba El cemento y el alma y bien que desconchó la pared creo más por el peso de las palabras que del papel prensado.
Aun leyendo una sola de vuestras palabras, poetas, les dije, tendría tiempo en toda mi vida para leeros y tampoco en cuantas reencarnaciones haya de tener. ¡Pues una letra!, insistió uno elevando su libro, titulado Bitácora de sombras y otros sonetos no rimados. Pues vale, le respondí previendo que otra negativa produciría suicidios en masa. Y en esto ando ahora. Ellos están al tanto. Los que ya he leído me preguntan por si me ha gustado. Y yo les digo siempre que sí, porque no hay peor cosa en esta vida que no halagar o criticar de un poeta sus versos.