El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero salió quemado de la política. Sin exageración podría decirse que fue expulsado por la pésima situación en la que gestionó la economía tras aquellos patéticos discursos en los que proclamaba que España jugaba en la "champions league".
En 2011 renunció a presentarse porque políticamente estaba achicharrado. Podría haber elegido una retirada discreta ingresando en el club de lo que Felipe González llamaba los "jarrones chinos". Pero no fue así. Presumía de talante con prédicas de buenismo y deseos de paz que encubrían una capa de rencor fruto del despeñe político.
"La tierra no era de nadie porque pertenecía al viento" -dijo en la ONU- pero su sueño no era tan franciscano como parecía y se dedicó a cosas más prácticas: hacer negocios. Y volver a la política por la parte de atrás sintonizando con dirigentes cuyos proyectos políticos tienen un factor en común: son enemigos de la democracia española. Zapatero se lleva bien con el ex etarra Arnaldo Otegui, líder político del grupo secesionista vasco Bildu, y otro tanto sucede con Carles Puigdemont, reclamado por la Justicia tras el golpe del "procés". Fuera de España es cómplice político del dictador venezolano, Nicolás Maduro. Todavía no ha encontrado tiempo para repudiar el fraude perpetrado por el gobierno de Caracas en las últimas elecciones. Se justifica diciendo que "no se pronuncia para poder ayudar en los derechos humanos". Es un cínico.
Y bajo parecido registro está actuando como enlace con el régimen comunista chino. A modo de "ministro en la sombra" ha sido avanzadilla en la preparación del viaje de Pedro Sánchez a Pekín. Ahora promueve un acercamiento a China como réplica a la tormenta arancelaria desatada por Trump pero la cosa venía de atrás. Fueron muy llamativas sus gestiones para que Telefónica adoptara la red 5-G de Huawei de la que se recelaba en Europa y ahora es presidente asesor del Gate Center, un "lobby" prochino. También defiende a Erdogan, el autócrata turco con el que en sus tiempos en la Presidencia perpetró el chiringuito de la "Alianza de Civilizaciones".
Volviendo a España le encontramos en todas las salsas. En reciente entrevista reconoce que habla con el prófugo Puigdemont interesado -parecer de ambos- en el "reconocimiento de la identidad nacional catalana." Parecía saber que antes del verano el Tribunal Constitucional allanaría el camino de una amnistía que permitiría al prófugo retornar a España circunstancia que conjetura dará paso a un encuentro con Pedro Sánchez. En el horizonte: el apoyo de Junts a los Presupuestos -ahora empantanados-, la llave de Sánchez para culminar la legislatura. Y, como resulta que con los separatistas siempre hay un "y qué más", pues de lo publicado se deduce que Zapatero quiere culminar su carrera de deslealtades apoyando algún tipo de referéndum en Cataluña. Lleva tiempo jugando en el lado oscuro de la política.