Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Sin noticias de algo

05/02/2024

Llevamos leyendo y oyendo (a veces incluso escuchando) varios días, meses, años, vidas, qué se yo (a mí se me hace muy largo y frustrante) periódicos, radios, teles… a cuenta de gobiernos, políticos paléticos, amnistías, jueces y demás términos, todos hijos adoptivos del campo semántico de la palabra "poder".

Llevamos leyendo, oyendo… varios siglos, eras, milenios, qué se yo (a mí se me hace de lo más eterno y agobiante) tertulias inagotables y agotadoras, declaraciones, canutazos… a cuenta de pactos, diablos, escorpiones y demás palabras hijas adoptivas del campo semántico "supervivencia".

Palabras que definen nuestra capa más animal y no dejan de ser esencia de otras dos palabras que por separado nos conceden un pase, pero que juntas son para exiliarse del planeta Tierra si el pobre Gurb de Eduardo Mendoza volviera a cometer el error de pasarse por este valle de pirañas: "ser humano".

Somo los únicos animales que siendo (in)conscientes de que somos contingentes, nos da por hacernos necesarios, creernos salvadores y tratar de aferrarnos al poder, la influencia, o vaya usted a saber cuántas más vanas banalidades.

Pacto nace de la idea de acuerdo, algo ensamblado, asegurado, empatado, que prospera, que crece hacia delante, que se compagina; algo, como diría Guillén, quizá fue Salinas, que permanece con vigor de eterno privilegio.

Pactar en sí es hermoso, es dar algo que en condiciones normales no daríamos para hacer al otro más grande, más completo, y viceversa. Nos hace un poco más semejante al otro. Nos anima a vernos en el diferente.

Pero el problema no es pactar, ni siquiera lo es pactar con el diablo, el diablo se conforma con quedarse con tu alma y a otra cosa; tampoco lo es pactar con un escorpión, el escorpión se limita a cumplir con su naturaleza y picarte letalmente, seguramente mientras cruzas un río para morir contigo; el problema es pactar entre seres humano porque como dice John Gray (posiblemente alguno de ustedes haya leído u oído hablar de su ensayo "Perros de paja") somos los únicos animales que no matamos por comida o por territorio, sino por palabras.

Es horrible matar por palabras, por mucho que las queramos llamar paz, estabilidad, quesinovienenlosmalos, némesis, derecha, izquierda, extremismo, amnesia, amnistía, independencia, gobernabilidad.

Y aquí no quiere empatar nadie, aquí todos queremos sobrevivir a cualquier precio sin pensar en los demás más allá de nuestra mismidad. Y lo peor de todo, es que esa es nuestra naturaleza, por eso el escorpión y el diablo nos miran con desconfianza.

Mira que me resisto, pero cada vez me estoy haciendo más ilustrado, con lo mentirosa y falsaria que siempre me ha parecido esa época, o a lo mejor por eso, y veo que el hombre, remedando a Hobbes, es cada vez más hombre para el hombre, más mujer para la mujer y más ser humano para el ser humano.

Y seguiremos sin noticias de un Gurb que se metamorfosee en una madre Teresa de Calcuta que nos compadezca en este sindiós aún llamado España.