Aunos días de la celebración de las Elecciones Europeas y con las horas ya contadas para el cierre de la campaña electoral, en el ambiente político se perfila cada vez más y de manera más nítida el formato de un plebiscito por encima de una consulta electoral. Menos de Europa se habla de todo y muy especialmente desde el ámbito del Partido Popular, que no oculta su evidente intención de que el paso de los españoles ante las urnas sirva no para analizar la gestión que se ha llevado a cabo en la política europea en el período de estos últimos cinco años o de los programas que cada formación española aporta para la Europa del futuro inmediato, sino que, muy al contrario, se limite a ser una crítica generalizada de la acción del Gobierno español actual con una consulta popular sobre la aprobación o el rechazo de ese Gobierno. O dicho de otra manera, convertir unas elecciones en un simple plebiscito sobre Pedro Sánchez y su gestión política, y hasta personal, de su mandato.
El PP no tiene tiempo ni espacio para hablarnos de Europa, de sus problemas ni de sus respuestas para abordar los importantes retos que pueden tener que afrontar en un futuro lindante los ciudadanos europeos. Al PP le falta tiempo para muchas cosas desde que el pasado verano la conjunción de las urnas le despertó del sueño de poder que se transformó en una pesadilla para Núñez Feijóo. Y ahora estamos de nuevo con el voto ante las urnas; más no nos confundamos, unas elecciones no son un plebiscito y sus resultados podrán tener varias y legítimas lecturas, mientras un plebiscito no es más que una herramienta política, por cierto, más usada por las dictaduras que por las democracias.