Con la apertura del curso 2014-2015, el Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha, con sede en Albacete, estrenaba la especialidad de Composición, una titulación presente en la mayoría de centros homólogos del país. Lo inusual, lo insólito, lo novedoso es que, dentro de este Grado Superior, se está impartiendo una asignatura única en un conservatorio público: la composición con medios electroacústicos.
Unas enseñanzas que hasta ahora sólo se imparten en el Superior de Castilla-La Mancha, por expreso empeño de su director Miguel Ángel Orero, a pesar de que desde los años 50 del siglo pasado existe mucho repertorio de composiciones realizadas con medios informáticos.
La preocupación del Conservatorio Superior regional es que los alumnos de Composición no se limiten a aprender la escritura de una obra y de conocer el repertorio, sino que se sumerjan en las infinitas posibilidades que aportan las nuevas tecnologías aplicadas a la composición musical.
Lo importante para el responsable de impartir esta materia, Carlos David Perales, es analizar el estado del arte, tesis y estudios que no se realizan en los conservatorios de música y que ponen en peligro la preparación de sus alumnos. En este sentido, cabe pensar cuáles son hoy las modas y los modos, es decir, «hoy vamos con un iPhone en la mano que tiene un sensor inercial, un inclinómetro y un GPS, herramientas todas ellas que podemos asociar a la expresión sonora, a la expresión artística», explica Perales.
Por ello, lo que trata en su clase de Composición con medios electroacústicos es que este Grado Superior no parta del pasado hacia el futuro, sino que «parta del presente, intente explicar el pasado inmediato y lejano y defina el futuro».
Unos objetivos nada fáciles pues a los conocimientos de -por ejemplo- cómo funciona un oboe, hay que añadir el control de un ordenador. Será así como las nuevas tecnologías posibilitarán que un instrumento adquiera unas dimensiones sonoras que nadie puede imaginar y que no serían posibles con el oboe por sí solo: «Con los sistemas electrónicos, yo puedo hacer sonar una tuba en un registro muy agudo sin necesidad de utilizar un flautín, es decir, que los medios electroacústicos me permiten ampliar hasta el infinito las posibilidades acústicas de cualquier instrumento».
Para Carlos David Perales, los instrumentos acústicos que hoy se conocen fueron los «objetos tecnológicos» de hace 200 años. Hoy, estos mismos objetos son ordenadores, sensores, móviles, luces, vídeos..., los nuevos «instrumentos del siglo XXI» que ahora hay que estudiar, aunque lleven ya una tradición de más de 60 años.
Romper con el pasado. Este profesor de Composición no ve problema en que las nuevas tecnologías acaben con las enseñanzas de lo clásico, una ruptura que iniciaron maestros como Beethoven, Brahms o Wagner, compositores que siempre estuvieron luchando, no contra el pasado, sino por la creación de nuevos lenguajes: «No debe haber ningún temor a romper con el pasado, porque no lo estamos destruyendo, estamos avanzando hacia adelante que es lo que todos, absolutamente todos los compositores han hecho alguna vez en su vida», dice Perales, quien defiende que el arte no se puede quedar en meras situaciones de expresión, sino que necesita «progresar». De hecho, subraya que si Beethoven no hubiera progresado, hoy no existiría Lady Gaga, todo ello porque el compositor alemán «fue un rupturista para la época en la que vivió, como muchos otros».
Lo más importante para este compositor de Úbeda (Jaén) es que la electroacústica te puede abrir las puertas de Europa, tanto que si vas a Berlín con una mochila cargada con 70 pasodobles, «no le vas a interesar a nadie», porque ahora «lo que interesa son los nuevos lenguajes, no un lenguaje manido que ya está muy visto; lo que interesa hoy es el avance y si sale un software nuevo que te permite que un instrumento haga equis cosas, lo suyo es saber comprenderlo para llegar a manejarlo».
El mercado de la composición está tan sumergido en las nuevas tecnologías, que hace unas semanas, en un festival de Valencia, un compositor alemán presentó a una violinista que, en el arco, llevaba un sensor de inclinación del mando de la Wi. A su vez, la partitura la leía con un Ipad y las hojas la pasaban con un pedal vía bluetooth. Además, una cámara de vídeo capturaba el dibujo del brazo con el arco y un proyector con una superpantalla detrás recreaba con colores esos movimientos de forma abstracta. ¿Cuál fue el resultado? «Un impresionante espectáculo audiovisual, en el cual el violín, un instrumento del siglo XVII, estaba amplificado con los recursos tecnológicos que tenemos hoy; no se estaban cargando el violín, era la estrella, lo estaban amplificando, transformando su sonido en directo».
Aparte de enriquecerlos y actualizarlos como intérpretes y compositores, esta asignatura permitirá también que puedan incorporarse a la docencia o, lo que es más sugerente, al mundo de la investigación de la mano de las universidades.