Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


La chincheta de Padilla

07/05/2024

Si el parche de Juan José Padilla encarna toda la dignidad del ser torero, también su «chincheta» representa la dicha de la amistad. Se lo explico. Andaba yo estos días atrás por tierras gaditanas y avisé antes al maestro Padilla. Ejemplo mundial de resiliencia ante la vida. Una gloria nacional. Pues bien, andaba el viernes en El Puerto de Santa María dando la última lidia a un cucurucho de marisco en el célebre Romerijo, cuando recibí la llamada del maestro Padilla: «Don Javier, nos vemos esta tarde en Jerez. Le envío por WhatsApp la chincheta de ubicación y se viene usted para acá», me indicó. Y sin más preguntas, con fe ciega y con lo puesto, me fui caminito de Jerez tras la chincheta de Padilla. El destino final era la puerta de las bodegas Fernandez Gaos. El maestro me esperaba. Tras un abrazo inicial me pasó al llamado Cuarto de Cabales de las bodegas donde viví uno de esos momentos que la vida te regala. Padilla como un embajador me presentó ante el anfitrión, el elegante Eduardo Peña, hermano de Juan, el yerno de Dámaso y Feli, a quien luego abrazaría. Tras saludar al hermano de Padilla, Jaime (tantos años como banderillero de Ponce), al buen jurista Gómez Gamero y al presidente del Casino Jerezano,  Jaime F. Corrales, me senté al lado del maestro para disfrutar lo mejor del flamenco en la patria de Jerez.  Es como amar el fado y que te metan en una bodega de Oporto con los grandes del género. Entre viejas barricas de palo cortado, finos y amontillados, el piano de cola soberbio era acariciado en sus notas por las manos brillantes de Eduardo Peña y la casta de la Reyna Gitana. Escoltados por las guitarras de oro de Chotesco y Salado, allí bailaba y palmeaba el buen grupo Sabor Plazuela. Mi sombrero panameño voló hacia las manos de Mayka Romero tras emocionarnos su cante por Manuel Alejandro y Rocio Jurado. Y en pie nos puso la elegantísima Paqui, sobrina de aquella Paquera de Jerez, y el inconmensurable baile del Tío Remache de Málaga. Al final me abracé agradecido a Padilla y él me recordó ese lema que no debemos olvidar: «Don Javier, el sufrimiento es parte de la gloria». Todo en Padilla es valor. Hasta una «chincheta».